Hablo de Jesús Ortega, de su baile en un grupo de amigos. Buenos aficionados de los que no fallan a las citas flamencas y entendidos en la materia. Por eso me hizo mucha gracia que la otra tarde me dieran la referencia de Jesús como "el japonés". No es para menos, aunque sea pacense por los cuatro costados. Y es que son unos diez años viajando, bailando y dando clases en el país nipón. Y no solo por los años. Es que Jesús Ortega puede jactarse de ser el primer extremeño que en la otra punta del mundo, a quince mil kilómetros, es primera figura. Cabeza de cartel, con nuestros cantes por delante. Han pasado ya muchos años desde que, según coinciden casi todos, Antonia Mercé, "La Argentina", allá por 1929, fuese la primera en bailar en el país nipón y pusiera la primera piedra. Después fue el guitarrista Carlos Montoya el que aterrizó allí y sirvió de gancho para que los primeros japoneses llegaran a España con la ilusión de aprender, de arrancar a nuestra guitarra algo de la magia que Montoya les había mostrado.

--Acaba de volver de Japón, ¿qué sensación trae?

--De satisfacción. Cada viaje es una sensación nueva. Cuando entro en Japón y empiezo a escuchar español, observo cómo va subiendo el nivel de las bailaoras, de los bailaores, siento el respeto que le tienen al flamenco... Siento un orgullo enorme pensar que yo, dentro de mi capacidad, dentro de las posibilidades que me ofrecen, humildemente estoy colaborando a que nuestra cultura se afiance, se expanda, se dé a conocer. Los extremeños seguimos conquistando.

--Usted dirige en la ciudad de Badajoz el Centro Flamenco y Danza, ¿el arte se puede aprender?

--Se puede aprender la técnica, los movimientos, las posturas. El duende es innato. No se puede enseñar a llenar un escenario, pero sí a conseguirlo si tienes ese arte desde nacimiento y ya has adquirido unos conocimientos previos. Hay alumnos de todas las edades, y cada edad, cada uno de ellos aprende y te enseña. No se puede aprender el arte pero se puede aprender a amar el arte. Los grandes difusores y defensores del flamenco, no siempre tienen ese arte, no llenan escenarios. Pero todos ellos, sin excepción, aman el arte y son pieza fundamental para llenarlos, para difundir, para que la llama se avive.

--¿Qué ha aprendido de sus alumnos?

--Frescura. Hay movimientos gestos con los que de repente te encuentras y que te regalan sin darse cuenta. Son trazos libres, como en la pintura, que ponen a disposición del baile. Porque un escenario tiene espontaneidad, sí, pero también claves. Saber cuándo hay que hacer una llamada, conocer cuando entrar, salir.

--¿Qué no se puede enseñar?

--El conseguir poner la piel de gallina, el aplauso que surge, que se arranca, la emoción arriba y abajo del escenario..., esa magia que tiene el flamenco. Eso que lo hace único.

--Rusia se abre al flamenco, China también, y por supuesto Japón, con más escuelas de flamenco que en nuestro país, ¿qué está pasando para qué eso suceda?

--Está pasando que el empujón que se le dio al flamenco cuando fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, más el auge de este arte en sí mismo está sacando lo más auténtico de esta cultura, su base, y es que el flamenco es sentimiento, magia y misterio. Y eso no entiende de idiomas ni fronteras. Esto unido a la imagen romántica, también cultural y de fiesta que viene asociada al baile, por ejemplo en mi caso, lo hace irresistible. ¿A quién no le gusta una noche con todas esas características? Pues a todos, sean rusos, chinos..., de donde sean.

--¿Porqué el flamenco es tan solidario?

--El flamenco es un grito social, es la cultura innata, es la tradición, el desasosiego, el sosiego, la soledad, la fiesta..., es la vida misma. La vida es solidaria. Ayudar sale, o al menos debe ser así como algo instintivo. Por eso es solidario.

--¿Ha logrado vivir del flamenco?

--Por suerte puedo decir un Sí rotundo. He dedicado mi vida en cuerpo y alma a este arte, y lo sigo y seguiré haciendo. Es mi forma de vida en todos los sentidos y deseo que así lo siga siendo. Aún queda mucho por hacer.

--¿Qué porcentaje tiene su éxito, por ejemplo de esfuerzo, de trabajo, de suerte, de casualidad...?

--Creo que la suerte no viene sola, y nada es casualidad. Creo más en el esfuerzo y la causalidad, y todo ello de la mano de la ilusión . Sin duda la suerte está más de cara si la empuja el trabajo.

--¿Cómo se arregla una mala noche?

--Por supuesto con el flamenco. En mis malos momentos es cuando más me refugio en el flamenco, me gusta quedarme a solas, escuchar un buen cante y disfrutar de un buen baile. Así se me olvidan todas las penas.

--Hay cante y toque autóctono, ¿existe el baile autóctono?

--Es evidente que la guitarra y el cante de nuestra tierra tiene un sonido único y reconocidos por todos, tiene un seño propio. Lo mismo creo que pasa con el baile de Extremadura. Cada tierra tiene una forma de vida y ello se refleja luego en el arte. Tenemos Andalucía o Madrid, que cada región tiene su forma de expresar el Baile, pues lo mismo pasa en Extremadura.

--Uno de sus nuevos proyectos es el Ballet Flamenco de Extremadura. ¿Qué ganamos con eso?

--Es un sueño el poder crear y dirigir el Ballet Flamenco de Extremadura. España tiene el Ballet Nacional, Andalucía tiene su Ballet Flamenco y Extremadura no puede ser menos. Tenemos que poder mostrar nuestra cultura fuera de nuestra región y nuestro país. Sería la forma de aunar a los artistas de nuestra tierra en sus tres disciplinas y mostrar al mundo nuestro arte. Con todo esto, Extremadura sería mucho más conocida a nivel internacional, con todo lo que ello conllevaría... Dar a conocer nuestros cantes, aumentar el turismo, nuestro atractivo al exterior... Creo que al igual que existe la Orquesta de Extremadura, es necesario que exista el Ballet Flamenco de Extremadura, los jóvenes tenemos mucho que ofrecer.

--¿Qué sería de Extremadura sin nuestro flamenco, sin nuestra cultura? (La pregunta se la dejó Argentina)

--Extremadura es una tierra muy flamenca, es parte de nuestra vida. Sin nuestro flamenco nos quedaríamos vacíos, no podríamos expresarnos de la misma forma, no sentiríamos igual. No me veo bailando un chotis o muñeira. Jejeje.