TQtuinientos veintidós santos son muchos santos. Y más si se les beatifica de una tacada. La Iglesia Católica acaba de hacerlo. Son religiosos que murieron asesinados por algunos rojos en los años de la Guerra Civil, lo que ha dado pie a la beatificación más masiva de la historia. En un solo día han elevado a los altares nada menos que al cinco por ciento de todos los santos -unos diez mil- que ha hecho la Iglesia en más de 2.000 años de historia. Al menos ya sabemos que los religiosos asesinados por ese bando fueron 522. El otro bando, que actuaba con la cobertura de la Iglesia y en nombre de Dios, asesinó a centenares de millares de ciudadanos. La caritativa Iglesia Católica ha beatificado a sus mártires, pero no ha hecho nada ni ha dicho nada sobre las decenas de millares de asesinados por el franquismo que siguen en las cunetas de España.

Hay un sector de españoles que cuando se les mienta la Memoria Histórica dicen que eso es el pasado, que hay que pasar página y cerrar heridas. Son los mismos españoles que el domingo celebraban la beatificación de sus mártires. Por lo visto, desde el punto de vista católico la memoria debe ser asimétrica y premiadora solo de los suyos. Y ni siquiera de todos los suyos. Porque también hubo curas defensores del pueblo y de la legalidad a los que el franquismo asesinó impunemente. De ellos no dicen nada. Ninguno de ellos fue incluido en esa beatificación masiva.

La ceremonia se ofició con 104 obispos vestidos de rojo, el color de la sangre. Pudiera interpretarse su atuendo como símbolo del martirio al que el PP somete a los españoles. Pero, no. Todo era a mayor gloria de su mezquina memoria, que solo ampara a la mitad de la historia, la de los vencedores. En esa solemnidad que ha costado dos millones de euros en un país con más de tres millones de personas viviendo en la miseria, según Cáritas, estuvieron juntos, oh milagro, la Generalitat catalana y el Gobierno español, enemigos acérrimos unidos un día por su Dios ya que no se unen por los hombres. A mí me pareció un saldo de santos, como si beatificasen a los 100.000 hijos de San Luis o a las doce tribus de Israel. Sus mentores le quitaron a la santidad lo que ésta tiene de excepcional y de ejemplificadora, una virtud que yo creía que se basaba en la calidad y no en la cantidad. Las bases católicas están indignadas. Y con razón.