TVtaya por delante que no soy monárquico aunque desde los tiempos del bachillerato siempre sentí una desmedida curiosidad por el asunto. Tampoco soy republicano, o sea, que no creo en las dos repúblicas que ha tenido España y que resultaron fallidas y, menos aún, en la interpretación torticera que algunos hacen de la segunda, identificándola con la izquierda ideológica. Ni siquiera creo en la República de Badajoz que, por unas horas, fue proclamada el 5 de agosto de 1883. Si acaso, creo en la República de corte alemán, francés o estadounidense y, por supuesto, en la de Platón. Pero lo que sí soy es anti antis, es decir, si hay un anti monárquico, yo me sitúo enfrente, como si hay un anticatólico o un antitaurino. Pero más por la convicción de enfrentarme a los antis que por creer en algo.

Los antis se me atraviesan por demagogos, provocadores, ignorantes, intelectuales de poca monta, mesiánicos, totalitarios, excluyentes, sectarios, reaccionarios y listillos. Van de salvapatrias y no salvan ni su casa. Luego se extrañan de que el pueblo no les vote, no les quiera ni les entienda. Y, además, van los payos y creen que eso mismo los hace intelectual e ideológicamente superiores. Que sea la educación de la que tanto alardean pero que desconocen, las fuerzas de seguridad a la que insultan o la cristiana estrategia de la otra mejilla que detestan quienes les salven no deja de ser una anécdota que debería avergonzarles.

Si en vez de hacer tanto el ridículo por la vida se dedicaran a entresacar las perlas cultivadas de lo que aborrecen igual se divertían más. Por ejemplo, que de la presencia del Príncipe en la Base de Talavera surjan crónicas periodísticas tan graciosas y descuidadas. Por ejemplo, que de la presencia de la Infanta Elena pueda una ciudad entera seguir sus pasos a través de las redes sociales y divagar con lo que compró en Mercadona, qué hacía en Valdepasillas, qué comió en El Sigar o en Azcona, a qué hora se paseó por Almossassa, cómo compitió en la prueba hípica y los orígenes del melón que le regaló a su padre. Por ejemplo, que la presencia de la Reina, imponente, provocara un masivo apoyo real frente al puñado de antis que si no llega a intervenir la poli el pueblo llano y sabio se los come de un bocado.

Estar siempre a la contra debe desgastar una barbaridad. Sobre todo, cuando defiendes anacronismos y enfrente tienes a la mayoría silenciosa que, sabia, de vez en cuando, le gusta llevarte la contraria.