Los años y la profesión te ofrecen momentos únicos. Un día cruzas unas palabras con Woody Allen y, años atrás, mantienes una conversación de quince minutos en el aparcamiento del Vicente Calderón con un Luis Aragonés cabreado como un mono porque su equipo acababa de perder la final de la Recopa de Europa con el Dinamo de Kiev. Un día te encuentras en la barra de un bar de la movida madrileña, pongamos que hablo de La Vía Láctea en Malasaña, a un tipo peculiar, rodeado de varios amigos, que dicen que hace películas, un tal Almodóvar, y otro, se obra el milagro de darle la mano al líder de los Rolling Stones en aquel mítico concierto de julio del 82, donde la lluvia y éxtasis casi nos acercaron al apocalipsis. Un día compartes la intimidad de un camerino con Paco de Lucía y su familia y, otro, te paseas del brazo de la poderosa escritora Dolores Redondo por la fiesta de la editorial Planeta en la feria del libro de Madrid. Un día te sientas al lado del Fary y su pareja durante la premier de la película Violines y trompetas en el Real Cinema de Ópera y comentas la interpretación de Jesús Puente terminando con una copa y comentando la jugada tras la peli y, otro, recibes el regalo de una pequeña charla con Mario Benedetti que acaba recitando para ti solo Táctica y estrategia. Un día, en fin, conoces a Kirk Douglas, y por más que le dices en un inglés macarrónico que te llamas Juan Manuel, él continuará, en un español igual de macarrónico que mi inglés, llamándome Manuel y así, durante un rato, responderá a mis preguntas de principiante embobado por tener delante a Espartaco, al coronel Dax y al arquitecto de Un extraño en mi vida, pero, sobre todo, a Charles Tatum, diciéndome que «las malas noticias se venden mejor, porque una buena noticia no es noticia» o que «sé tratar todo tipo de noticias y, si no las hay, salgo a la calle y muerdo al perro». El joven proyecto de periodista tenía ante sí al protagonista de El gran carnaval que sonreía como una estrella en el universo mientras él pensaba en la manipulación de los medios, la falta de escrúpulos de algunos periodistas y la espectacularización de la información. Kirk Douglas se acaba de morir, 30 años después de aquel encuentro, casi 60 de estrenarse la película de Billy Wilder, y todo sigue igual. Las estrellas en el cielo y la miseria en la tierra.

(*) Periodista