TEtl país que posee las mayores reservas de oro del mundo es Estados Unidos. Casi el diez por ciento de todo el oro del planeta está concentrado en dos lugares: la mitad, en el 33 de Liberty Street, en el Banco de Nueva York de la Reserva Federal, sí, el que los malos roban en la Jungla de Cristal III, y donde también guardan sus reservas de oro más de 120 países. La otra mitad, en Fort Knox, una pequeña población de Kentucky formada casi en su totalidad por una base militar con más de doce mil personas dedicadas a mantener dicho enclave como uno de los lugares más inexpugnables del mundo. Más que la frontera entre Pakistán y la India. Más que el Paralelo 38 que divide a las dos Coreas. Más que el Pentágono o el edificio de la CIA. Es imposible robar en Fort Knox. Para llegar a su cámara acorazada de más de 23 toneladas hay que superar numerosos controles ni siquiera imaginados en las películas, a policías y militares armados hasta los dientes y poseer una autorización especial firmada por el presidente de los Estados Unidos. Por si eso fuera poco, ni una sola persona en el mundo tiene la combinación que abre la puerta ya que son necesarios varios funcionarios con una parte de la misma cada uno.

No sé por qué pero cada vez que paso por el Campus o sus alrededores de la Universidad de Extremadura en Badajoz pienso en Fort Knox. En las traseras del Hospital Infanta Cristina hay un cruce, justo enfrente de la Facultad de Medicina. Si se mira a la izquierda, en día de fiesta o fin de semana, allá a lo lejos se ve una enorme e infranqueable barrera. Similar a la situada en el acceso por avenida de Elvas y posiblemente menos contundente que la enorme puerta que hay apenas unos metros más allá. El resto de accesos, cerrados. Junto a las barreras, vigilantes uniformados y permanentes, con coche y caseta de control. Los lingotes de oro de este lugar eran la espaciosa pradera, el silencio sólo roto por los pájaros y algún que otro coche de vez en cuando y los paseos de familias enteras. Era un sitio tranquilo y propicio para la lectura, la tertulia y la contemplación. Dicen que el inadecuado uso de las instalaciones por unos pocos ha traído la condena de los muchos. O sea que, como siempre, ponen bajo arresto o custodia el tesoro para que lo disfruten nuestros sueños o recuerdos.

Ni siquiera Fort Knox nos provoca tanta melancolía por el paraíso perdido.