Los alumnos de la Facultad de Biblioteconomía se quejan, también, de la vegetación y del barro que rodea su centro docente. La primera no es motivo de lamentos. En todo caso, la protesta debiera dirigirse contra el descuido de los accesos, que podrían estar ajardinados y no semiabandonados. Eso es responsabilidad del Ayuntamiento. Pero, en el magníficamente abonado terreno arqueológico de la alcazaba, el agua provoca una explosión vegetal de difícil control. Sobre todo si la Administración --¿competente?-- no pone nada de su parte para hacerlo.

Aún así, no teman los futuros bibliotecarios. Esa flora, aunque rastrera, no es peligrosa ni sirve de refugio a alimaña alguna. Sería mejor llegar a la facultad entre parterres floridos, pero, por mucho que carezca de atractivo, esa vegetación no lo impide y no perjudica. Lo del barro es otra historia. Si se refieren al de la franja que rodea todo el edificio del antiguo hospital.

Pidan los sufridos estudiantes que se haga algo por eliminarlo, eso es justo, pero sepan quién pedírselo. No es, en este caso y por una vez, el Ayuntamiento el culpable. Esa zona es responsabilidad de la Junta y se halla en ese estado porque, como sabrán, el proyecto de rehabilitación está aún incompleto.

Queda por urbanizar esa zona, dejando visibles --no al descubierto-- los restos de la mezquita y de la primera catedral de Badajoz que, ya excavados, hubieron de cubrirse para evitar problemas de circulación, con gran alborozo de la empresa constructora y de los arquitectos directores.

Cuando la obra finalizó ese espacio se dejó provisionalmente acondicionado, para peatones, no para vehículos. El barrizal lo provocan, amén de la climatología, los coches particulares que se estacionan allí. pregúntenle a sus profesores, al personal no docente y, quizás, a alguno de sus compañeros, que llegan en coche e incluso utilizan aquello como aparcamiento permanente.