TAt estas alturas de la película ya aburre hablar de la limpieza en Badajoz, pero no hay más remedio que seguir insistiendo, porque solución no vemos y la tarjeta de presentación de una ciudad es, precisamente, su pulcritud. Y no pensemos sólo en el turismo, sino, sobre todo, en quienes la vivimos día a día. Lo de los turistas es distinto. Pero despídase nadie de recibir visitantes y de crear una buena imagen que atraiga a otros nuevos si, además de llevar el sanbenito, injustísimo, de falta de interés, comienza a difundirse la especie de nuestra suciedad.

En este momento el asunto sigue sin resolverse. Justo es decirlo, parece que el Ayuntamiento está intentando poner remedio a la situación. Aunque, desde luego, no pueda alabarse su diligencia después de una década de gobierno monocolor. Otra cosa son las medidas a tomar. Hace tanto que no se emprende una limpieza a fondo que los últimos remedios resultan insuficientes y son apenas un lavado de gato. Desincrustar tanta mugre contando con la poca colaboración de parte de la población --seguro que los miembros de la Plataforma no ensucian, por amor a la ciudad-- no es para tomárlo a la ligera. Hay que poner más carne en el asador y el retraso de la privatización del servicio, vendido por la corporación como el ungüento amarillo, no es un buen augurio.

Total, lo poco que se hace había de empezarse por algún lugar. Y se hizo por la plaza de San José, en torno al convento de las Adoratrices, justo cuando se iba a casar una hija del señor alcalde. Y se ha criticado, claro. Yo no voy a hacerlo. Me parece --anótenlo quienes me acusan de partidista-- que no está de más tener una cortesía con nuestro regidor, aceptando, incluso, la tendencia de las autoridades del PP a casarse por la Iglesia, adecentando los escenarios con dinero público. Lo que no me parece presentable es la explicación dada a los ciudadanos y las formas. Siempre están las formas.

Empiécese por allí el levantamiento de la costra, pero no nos tomen el pelo. No pasa nada por decir la verdad. Ahora bien, a todos nos gustaría ver los efectos. La pelota, señores del equipo de gobierno, está en su tejado.