La 38 edición de la Feria del Libro arranca con «buenas expectativas» para los libreros que han instalado sus estands en el paseo de San Francisco. Un plantel de escritores que atraen público y el buen tiempo son la combinación perfecta para que sus previsiones se cumplan. Su presencia en la feria les sirve de escaparate, pero también para hacer negocio: entre un 10% y un 25% más de ventas, dependiendo de si son librerías grandes o pequeñas, en comparación a una semana de actividad en sus establecimientos habituales. «Creo que, si el tiempo lo permite, va a ser otra gran feria como las de los últimos años. El público ya sabe que en Badajoz hay un gran acto cultural como es su Feria del Libro, que está muy bien posicionada dentro de España», valoró ayer José Luis Marín, de la librería Colón.

También tiene buenas sensaciones Manuel Martínez, de la librería Martínez. «Los autores que vienen son reconocidos, sus obras están recién publicadas y eso mueve bastante público», señaló. Hace seis años que este librero está presente en la Feria del Libro de Badajoz y afirma que esta «se mantiene estable». Agustín Lozano, de la librería Tusitala, coincide en optimismo con sus compañeros. «El primer fin de semana suele ser fuerte y parece que este año también es así», dijo. Aunque a su juicio acuden muchos autores que son «más famosos» que interesantes, reconoció que los primeros atraen a muchos lectores a San Francisco. En su caso, el incremento de ventas en estos días es «bastante elevado» y la feria le da la oportunidad de que el público que no visita su librería en el Casco Antiguo, la conozca.

«La feria del año pasado fue bastante buena y este año esperamos cumplir las expectativas también», apuntó José Zarza, de la librería Universitas, para quien el ‘cartel’ de autores de este año es «muy bueno». Algunos de esos nombres más conocidos por el gran público ya pasaron ayer por el paseo de San Francisco: Paloma Sánchez-Garnica, para presentar su novela La sospecha de Sofía; Juan del Val, para hablar de Candela; y Juan Ramón Lucas con La maldición de la Casa Grande bajo el brazo.

La autora de La sospecha de Sofía centra su historia en el París de mayo del 68 y la Alemania aún divida por el muro de Berlín y combina distintos géneros, incluido el suspense con el que debuta en este libro que, como ella misma reconoció, la ha sacado de su zona de confort con escenarios distintos al Madrid de sus anteriores obras. «Escribo para aprender, esa época la viví como adolescente y me apetecía verla desde la perspectiva de los personajes para conocer y comprender esa etapa de nuestro pasados». Su novela se publicó hace poco más de dos meses y va por su tercera edición e incluso cuenta con una banda sonora, regalo de su hijo. «Como lectora creo fundamental que una novela te remueva y que te haga ponerte en la mente del personaje porque eso te enseña a ser más tolerante». Eso espera que su historia provoque en los lectores, a los que está «muy agradecida» por la acogida.

Para Juan Ramón Lucas La maldición de la Casa Grande es su debut como escritor. La historia traslada el lector al mundo desconocido e «infernal» de sierra minera de La Unión de finales del siglo XIX y principios del XX para rescatar, a través de María Adra —la narradora—, la figura del cacique Miguel Zapata Sáez, Tío Lobo. Primera novela y la narra en femenino. ¿Por qué? «Me apetecía, me metí en la historia y he aprendido mucho, porque cada vez que me ponía a escribir era María y era una mujer y sentía y vivía como ella». Esta no será la última novela de Lucas. Ya trabaja en su segundo libro y en mente ya tiene una segunda parte para La maldición de la Casa Grande.

Candela, segunda obra de Juan del Val, le ha valido el Premio Primavera de Novela 2019. La protagonista es una mujer de poco más de 40 años, que regenta, junto a su madre y su abuela, un bar de barrio. «Me gusta definirla como una mujer maravillosa, a pesar de todo y sin saber que lo es». Aunque la rodea un universo femenino, Del Val no cree que sea una novela de mujeres, «porque hay cosas en las que los hombres también se pueden ver muy reconocidos». El escenario principal es un bar, «porque los bares son lugares por donde pasa la vida». El autor defendió ayer que Candela no es una novela «complaciente», sino que tiene pasajes «tremendamente duros», pero sí es «optimista, porque yo soy optimista», afirmó.