Si El libro de Rachel fue el asombroso debut de un joven escritor que había experimentado la liberación sexual, La viuda embarazada es su remake escrito desde el lado oscuro del paso del tiempo, la decadencia y la muerte. En el siglo XXI el británico Martin Amis (Oxford, 1949) percibe la vida como una snuff movie , una película de horror de bajísimo presupuesto en la que la última víctima desmembrada somos nosotros, que morimos mirándonos en un espejo.

Amis también se mira en él y le cuesta encontrar al autor de El libro de Rachel , tal es la acumulación de arrugas, ojeras, desencantos, traiciones y amigos fallecidos de estos 40 años. Es extraño porque La viuda embarazada tiene la misma vitalidad --dispersa, atolondrada-- que su primera novela, pero ahora esa vitalidad se invierte en reflexionar, desde la madurez, acerca de toda la energía que se desperdició entonces, en los primeros 70, en un amor libre que quiso desnudarse de prejuicios consiguiéndolo solo en apariencia.

Keith Nearing es el álter ego de Amis, el protagonista de una comedia de los errores con tintes orgiásticos que se desarrolla en un castillo italiano. Dos tercios de la novela están dedicados a sus amores con Lily y Scheherezade durante ese verano de 1970 en el que todo era posible, aunque allí, en el fragor de la batalla de los sexos, ya se estaba cociendo el futuro declive de la civilización. Es esta una de las novelas mayores de Amis (¿o deberíamos decir autobiografía? Porque lo es, en cierto modo), en la línea de Dinero o La información , en el sentido de que su prosa acerada e imprevisible, tan cínica como sensible con sus personajes, alcanza a desprenderse de su innata frivolidad para, en el último tramo, poner la quinta marcha, contar la vida de Keith en movimiento uniformemente acelerado y hurgar en la herida de una generación fracasada. Es en las últimas 80 páginas, en una magnífica coda, que Amis se sincera y se asusta, y nos asusta, y ve a Keith como lo que ha sido desde ese verano, "un anuncio publicitario de la muerte", y hace que todo muera a su alrededor, las ilusiones pero también los recuerdos, el pasado como una losa y los personajes como fantasmas, y entonces la novela se convierte en un epitafio sombrío pero bellísimo.