¿A qué némesis se refiere el título de la última novela de Philip Roth? ¿A la diosa de la mitología griega que simboliza la justicia y la venganza? Existe en este libro una fuerza primigenia, que está por encima de los mortales, y que quiere castigar a Bucky Cantor, ya sea por su idealismo, ya sea por su cobardía. ¿Tal vez némesis sea el enemigo, el reflejo malvado del que se cree invencible? Sabremos, bien entrada la novela, que el narrador conoció a Bucky, aunque no sabemos desde cuándo y dónde nos cuenta su historia, y lo que nos queda claro es que le comprende pero también le repudia. ¿Quizá némesis signifique esa catástrofe que destruye para luego dejar paso a una recompensa? Pero, ¿cuál es la recompensa para este hombre que pasa de ser Angel de la Guarda a Angel de la Muerte?

POLIO La catástrofe a la que aludimos es una epidemia de polio que, en la ciudad de Newark de 1944, está matando niños como si fueran moscas, aplastando su sistema nervioso, haciendo que otra guerra se libre en Estados Unidos mientras soldados americanos mueren en Europa y en la costa del Pacífico.

En Némesis Roth demuestra, entre otras cosas, cómo trabajar la voz narrativa para desmantelar un mito, el del hombre medio americano, el héroe humilde que olvida por un día sus ideales solidarios para con la comunidad sin saber que un paso en falso le convertirá en verdugo y mártir. Hasta la página 86 creemos que el narrador es omnisciente, pero entonces descubrimos que no, que la voz que todo lo sabe es Arnie Mesnikoff, un niño que enfermó de polio en la escuela donde Bucky Cantor daba clases. El descubrimiento es significativo porque se acortan las distancias entre el protagonista y el dilema ético de la trama, y el narrador se transforma en voz crítica, en esa némesis que analiza la moral psicológica de un personaje que se escuda en su devenir trágico para no reconocer las debilidades de su egocéntrico sentido del deber.

Gracias a ese leve desplazamiento de la voz narrativa, Némesis amplía su radio de acción. A una prosa limpia, puesta al servicio de la tragedia personal, le corresponde la disección de un carácter y de una figura mítica, el ingenuo idealista que todo americano cree llevar dentro.