Podría parecer una cuestión de estética, pero no lo es. El trasiego de drogodependientes por la plaza de España, en busca de su perdición y en dirección a la parte alta del casco antiguo, produce cada vez mayor sonrojo.

Resulta penoso que el centro de Badajoz ofrezca a veces un aspecto tan mezquino a quienes pasan, compran o se sientan allí. Ya podemos vender el famoso carnaval, la incomparable Semana Santa o la intelectual Almossasa. El corazón de esta capital desmerece mucho de ese aspecto moderno, cuidado, en definitiva, civilizado, que todos desearíamos darle.

Nadie me interprete mal. No creo que el asunto de la drogadicción se solucione solo con medidas policiales. Ni mucho menos. Pero sí creo que la presencia de policía, de policía en actitud no decorativa, ayuda a prevenir, si no el consumo, al menos la venta. Esa aureola, falsa, de lugar inseguro que le da a nuestro barrio histórico el referido desfile de clientes podría evitarse incrementando la presencia policial. Me inquieta, por eso precisamente, la retirada de las instalaciones de la policía municipal de la calle de Montesinos. Ya sé; están obsoletas. No reúnen condiciones. Eso lo sé. Pero, intranquilizan a los vendedores de droga y, al contrario, dan confianza al vecindario y a los visitantes, locales y foráneos. En vez de llevarse esas dependencias y de dejar el campo expedito a los facinerosos, ¿no hay otro modo de solucionar el problema?

No podría construírsele a los municipales su sede central en El Campillo. El ayuntamiento, siempre tan imaginativo, mataría así varios pájaros de un solo tiro: daría seguridad al barrio y ayudaría, sin duda, a limpiarlo. De vendedores, claro. Los clientes, los pobres, se irían solos. ¿No será mejor esa limpieza que la huída de vecinos, que abandonan el barrio porque se les hace imposible vivir cerca de cualquier explotador de la miseria humana?