Periodista

Al final de esta semana hemos asistido a una llamada de socorro, la de una familia de la localidad de Guadiana, de unos padres angustiados por la vida de uno de sus cuatro hijos, David, de 15 años, que necesita un trasplante de médula ósea con urgencia, para esquivar de nuevo la sombra del cáncer. David ya salió de un cáncer de hueso detectado cuando tenía 12 años, pero salió tocado, porque el propio tratamiento de quimioterapia le dañó la médula y ahora, de no encontrar un donante compatible, se enfrenta en un futuro no muy lejano a una leucemia.

Resulta ejemplar ver cómo este matrimonio que vive de las tareas del campo se enfrenta a la adversidad con entereza y lucidez, también con la angustia y el miedo propios de quien tiene delante de sí un hijo cuya vida pende de un hilo. Su llamada ha conmocionado a la sociedad extremeña, pues saber que de 8 millones de donantes registrados en la Fundación Carrera no hay uno compatible con su hijo, o el intento de la madre de quedar embarazada mediante fecundación in vitro, con la esperanza de que el cordón del bebé pudiera salvar la vida de David, nos da una idea del límite de su situación.

La asociación Admo se ha movilizado, los padres piden que el sistema sanitario atiende todas las peticiones de análisis para donación y el propio consejero de Sanidad se ha puesto a su disposición para colaborar. Está bien y no es para menos.

Ahora, todos los mecanismos al alcance deberían ponerse en marcha para lograr que esos análisis se hagan, pues en ellos está la esperanza de David y de su familia.