La función de los voluntarios de Protección Civil es el «servicio a la sociedad, fundamentalmente», según las necesidades del momento. En el actual, se han convertido en una parte fundamental del engranaje para ayudar a quienes más los necesitan. Su actividad ha cambiado como de la noche al día y de participar en el desarrollo de competiciones deportivas, como carreras, o formar parte del dispositivo de seguridad de convocatorias festivas con afluencia masiva de público, en colaboración con los organizadores y la Policía Local, han pasado a repartir material de protección a las residencias de mayores o llevar alimentos a familias vulnerables. Ellos también son héroes sin capa. El color naranja los identifica.

Por las funciones que desarrollaban antes, estos voluntarios no estaban acostumbrados a intervenir donde ahora llegan. Les está ocurriendo en zonas marginales, donde están siendo testigos de las circunstancias en las que se encuentran algunas familias. «Sabemos que existen esos barrios, pero no hemos pasado por una situación así, no solemos hacerles servicios y ahora te das cuenta de las necesidades de gente que sufre habitualmente y que se ha agravado con lo que está ocurriendo, familias con niños pequeños que no tienen para comer, padres que te dicen que están pasando hambre, te pones a trabajar e intentas llevarles lo que tengas lo antes posible».

Lo cuenta Jerónimo Hernández, coordinador jefe de la sección de Protección Civil del Ayuntamiento de Badajoz, A día de hoy en la agrupación son 53 voluntarios, pero operativos en emergencias están 25, que son los que participan en los servicios habitualmente. Están actuando por indicación del plan de emergencia de la ciudad y del Platercaex, que sobre todo les encomienda labores logísticas. Dentro de estas funciones, se están dedicando a la entrega de alimentos y de material sanitario. Así, han intervenido en el reparto de leche para bebés de la asociación Provida, llevan los menús del servicio que ha organizado el ayuntamiento para mayores, reparten la comida a los niños con becas de comedor, donaciones de panaderías y tiendas de comestibles se están llevando a residencias de ancianos y se encargan de acercar bolsas de agua que dona la empresa concesionaria, Aqualia, a las familias que están ocupando viviendas de la Guardia Civil en Suerte de Saavedra y en otras zonas. También reparten material sanitario que regalan ciudadanos de muchos barrios y colaboran con el Sepad cuando necesita transporte y con la Universidad de Extremadura, que está realizando con Badajob un reparto de viseras para los diferentes cuerpos de seguridad y establecimientos sanitarios.

El coordinador cuenta que los primeros diez días les costó arrancar. «No estábamos haciendo prácticamente nada y estaban los voluntarios un poco nerviosos». Dependen del mando único del Ministerio del Interior y estaban con las manos atadas hasta que su función se ha clarificado.

El servicio de la agrupación está organizado en horario de mañana y de tarde, con dos grupos en cada periodo, aunque a veces se simultanean según las actuaciones que cubran. Cada equipo cuenta con media docena de voluntarios y un jefe. Funcionan de lunes a domingo sin recibir nada a cambio.

Aunque Jerónimo Hernández aclara que no es así. Sí perciben una contrapartida: «la satisfacción personal de ayudar a la gente». Siempre ha sido así, y ahora mucho más «porque es cuando realmente la gente lo necesita, los voluntarios están viendo que su función es valorada, sin desmerecer ni mucho menos el trabajo que hacemos en alguna carrera o en la feria, el trabajo de Protección Civil se ve cuando hay gente que te necesita y tú la ayudas». Su dedicación es pura vocación. «En ningún momento se habla de dinero ni de sueldo, incluso al principio estaban impacientes por hacer cosas, yo les decía que tuviesen cuidado porque estamos en una situación peligrosa, que hay que tener protección y estar bien equipados y cuando les preguntas si quieren descansar, no se quejan, es impresionante», subraya el coordinador, orgulloso de su agrupación.

La mayoría de los voluntarios de Badajoz tienen obligaciones al margen de Protección Civil. «Hay de todo», desde estudiantes (la edad mínima para entrar está en 16 años), que son los más jóvenes, a jubilados y otros que trabajan y dedican su tiempo libre. Por eso a veces resulta complicado organizar un servicio en función de la disponibilidad de los voluntarios.

Hasta ahora son suficientes con los que están y no piden nada a cambio, ni siquiera aplausos. «Yo personalmente en lo que menos me fijo es en eso, se agradece por supuesto, pero no buscamos un reconocimiento a lo que hacemos, ya habrá tiempo de agradecimientos, a nosotros y a los demás, pero el voluntario no piensa en hacer algo para que le aplaudan, lo hace y está superorgulloso de ello». En todo caso, se sienten muy valorados por parte de la población y, aunque al principio les costó estar equipados, han recibido el material de protección que necesitan. No se quejan. Especialmente agradecidos se muestran con los concesionarios de Hyundai y Toyota, que les han donado dos vehículos para sus servicios.

Jerónimo Hernández entiende que dada la situación hay vacíos por cubrir, porque «nadie estaba preparado para esto» y aunque en Badajoz «se ha reaccionado bien y a tiempo en casi todo», apunta que se debe tener en cuenta que no se puede comparar con poblaciones mayores, así como comprende que cueste organizar y poner de acuerdo a todas las administraciones e instituciones que intervienen para coordinar la reacción en cadena, en la que Protección Civil es un eslabón imprescindible.