Los que en alguna ocasión hemos tenido el auténtico placer de compartir con los miembros del Club de Piragüismo de Badajoz alguna de las fantásticas jornadas que se viven navegando con ellos el Guadiana, sabemos que las indicaciones "obligadas" al llegar al azud son bajar de la canoa y rodear el desnivel de agua por los caminos circundantes para seguir río abajo disfrutando de un deporte verdaderamente apasionante.

El pasado domingo dos de ellos decidieron saltarse esa norma no escrita y navegar el desnivel con la terrible consecuencia, sobre todo para sus familias; pero también para el resto de la ciudad, de la pérdida de dos vidas, convirtiendo a ésta en la semana mástriste de la historia del piragüismo en la ciudad.

El delegado del Gobierno en Extremadura ya ha dicho que fue una "imprudencia", y las imprudencias se pagan, como rezaba el lema de aquellos vídeos que en su día puso en marcha la Dirección General de Tráfico para mostrarnos, con toda la dureza de la que eran capaz los creativos, las consecuencias de la falta de prudencia al volante.

Y es que nuestra vida, si lo pensamos bien, está llena de imprudencias.

Y no hace falta ser una especie de kamikaze, para hacer cosas que pueden conllevar riesgos, a veces letales. Cometemos imprudencias cada día. Imprudencias de tamaño menor, cotidianas; y otras verdaderamente temerarias. Imprudencias que repetimos una y otra vez, porque tenemos la sensación de que nunca va a pasar nada. Hasta que pasa.

Desconozco si los piragüistas que intentaron, sin éxito, el pasado fin de semana navegar el azud del Guadiana en Badajoz lo habían hecho en otras ocasiones. Eso ya no importa. Pero lo que sí es cierto es que cometieron una imprudencia con consecuencias irreparables. Y esta vez no hace falta ningún creativo para mostrarnos la terrible pérdida que ha supuesto para todos la muerte de dos personas muy queridas en Badajoz.