TAt diferencia de Gobierno y oposición, que además de mentir sobre sus respectivos casos de corrupción se defienden con pedestres explicaciones de un bajísimo nivel argumental, la Casa del Rey, para guarecerse de la condena ciudadana sobre sus miembros, empieza a utilizar tesis igual de insostenibles pero que, al menos, tienen un cierto fuste explicativo, lo que demuestra que dentro de esa Casa hay algún asesor que piensa hasta el punto de ser capaz de colocar la pelota no donde en justicia debe estar, que es en el tejado de palacio, sino donde más conviene a éste, es decir, en el tejado de la ciudadanía. Así sucede, por ejemplo, cuando la Casa afirma que los abucheos que reciben los miembros de la familia real son consecuencia de la mala educación de quien los emite. Como ensayo dialéctico no está mal, pero como explicación plausible de lo que sucede es otra prueba de que tampoco en la Casa del Rey van por buen camino en comprender y explicar la realidad de lo que les pasa.

El abucheo y el aplauso son la cara y la cruz de la moneda con la que el pueblo-público reacciona ante la acción de los notables. Del mismo modo que el aplauso no tiene nada que ver con la educación del que lo da sino con la calidad del espectáculo al que se asiste, el abucheo tampoco depende de la educación de la gente sino del mérito del que se lo gana. El público que aplaude o que abuchea a un torero, un cantante o un príncipe no demuestra en ningún caso su educación, sino su grado de aceptación de la actuación de aquéllos. Por eso, si el rey, la reina, las infantas o los príncipes están dispuestos a recibir aplausos, deben saber afrontar también los abucheos, pues ni ellos ni ningún personaje público pueden aspirar al reconocimiento pero no a la crítica. Es más, los abucheos hasta ahora recibidos por los miembros de la Casa del Rey, tanto en la calle como en recintos cerrados como teatros y universidades, si de algo pecan es de ser excesivamente educados. En tales abucheos hasta ahora no hemos oído --quitanto +el caso de Urdangarín, que se las tiene más que ganadas-- palabras gruesas del tipo de chorizos, ladrones, irresponsables o vividores. Los gritos de "fuera, fuera" están más que justificados no solo por el espectáculo ofrecido, sino porque, además, los protagonistas cobran del erario público. Estaría bueno que los que les pagamos no tuviéramos derecho a abuchearles.