TBtadajoz tiene mucho de árabe. Esto no lo he dicho yo. Y no sólo porque árabe fuese su fundador. Ni siquiera por su alcazaba. No hablo de historia, de tiempos pretéritos, sino de actualidad. Nuestra ciudad se asemeja, en ciertos aspectos, a bastantes ciudades árabes de hoy. Y no me refiero al aspecto.

Verán. No es infrecuente que, en los países árabes, se tarde mucho en acometer proyectos que resultan necesarios; cuando no imprescindibles. Se habla, se discute. Se vuelve a hablar y a discutir, etcétera. Finalmente, se lleva a cabo lo planeado y el resultado es objeto de alabanzas sin cuento y deja satisfecho al ciudadano. Aquello ya comienza a parecerse al mundo desarrollado. Pero luego llega la segunda parte.

Toca mantener lo inaugurado en condiciones de uso. De conservarlo, cumpliendo la función para la que fue proyectado. Y, entonces, como nadie lo hace o lo hace mal o de modo insuficiente, al cabo de poco, a veces muy poco, aquello se degrada hasta tal punto que queda inservible, no cumple ya sus propósitos iniciales, da vergüenza ajena por el estado calamitoso en que se ve y acaba produciendo mayor impresión de subdesarrollo.

En este sentido nuestra ciudad es muy árabe, todavía hoy. Se hacen cosas, sin duda, después de muchos dimes y diretes, de muchas reuniones y retrasos, pero, luego, se mantienen fatal y, al cabo de poco tiempo, por culpa de unos y negligencia de otros, acaban por ruborizar al ciudadano, porque ofrecen una imagen detestable. La enumeración sería larga. Cualquiera puede poner ejemplos.

El último. El de las banderolas del Centro Comercial Abierto . Algunas se anclaron mal, deprisa y corriendo, como de costumbre, y los últimos vientos las han desprendido o medio descolgado. Ya no cumplen, afean y producen un efecto contrario al que se pretendía al instalarlas. Se va a hacer algo, agotado el presupuesto, para reparar esos pequeños daños diarios. O se van a dejar así, para poner otra nota costrosa en las ya bastante depauperadas calles del casco antiguo.