THtace ya algunos días que patrullan con entusiasmo por San Juan. Su acción había languidecido pero han vuelto con energías renovadas. Como ya habrá imaginado el espabilado lector, me refiero a la policía local y a su tarea de dejar expedita de vehículos la plaza, y sus alrededores. "Orden de la alcaldía", me dijo un guardia al que tontamente pregunté. Ha vuelto la tolerancia cero. Tiene razón la alcaldía. Con esta columna quiero ayudar en la tarea de la toma de conocimiento por parte de los ciudadanos de que aquí, como en casi en ninguna parte, no se puede aparcar; y que sepan además que la grúa está a pleno rendimiento y que su sombra es alargada. Al tiempo que cumplo con la labor de pregonera, me dirijo a la alcaldía para sugerirle que dote a los agentes del instrumento necesario para llevar cabo su trabajo sin incrementar la irritación del ciudadano infractor cuando, de lejos, ve como su coche se encuentra sobre la plataforma o a punto de ser subido a ella. Se acerca el conductor --en este caso, lo confieso, conductora-- y la maquinaria de arrastre se para. El agente que dirige la operación le comunica que tiene que pagar el gasto de desplazamiento de la grúa. Cincuenta y siete papeles. Y es aquí querido alcalde donde entra en juego mi petición: una maquinita para poder pasar la tarjeta. Tienes que ir a un cajero. El que te queda más a mano no es el de la entidad con la que operas lo que te cuesta unos euros adicionales, pero tienes prisa. Está creciendo la cola de coches y camionetas de reparto. Llegas con el dinero. "No tengo para cambiar" dice el agente. Le das los billetes, cincuenta, y comienzas a rebuscar en el bolso. Un euro por aquí; cinco escondidos entre el calendario y el carnet de identidad; veinte céntimos en la carterilla de las monedas; otros veinte repescados del fondo, a través de un agujero en el forro, y así continué. Al final, el buen agente se ofreció a poner los diez céntimos que faltaban.

La maquinita hubiera evitado todo esto.

También ayuda no aparcar donde hay bordes amarillos o señales que lo prohíben. Eso también.