Desde que comenzó esta legislatura en el Ayuntamiento de Badajoz, la sombra de la moción de censura ha planeado sobre las cabezas de los cuatro grupos municipales. La posibilidad de que los tres de la oposición se pongan de acuerdo para desbancar al actual alcalde, Francisco Javier Fragoso, sujeto a la balsa con el endeble flotador que le lanzaron para su investidura los dos concejales de Ciudadanos, es una mención habitual cada vez que se exteriorizan conflictos con el equipo de gobierno. En una de las ruedas de prensa del portavoz socialista, Ricardo Cabezas, tras hacer balance del proceder del PP y de las deficiencias que su grupo detectaba hasta el momento, terminó su comparecencia con la sentenciadora frase «no voy a permitir que la ciudad siga más tiempo parada», dando pie a pensar que avanzaría en alguna dirección. Pero no dijo más. Este golpe de efecto también es un recurso habitual por parte del portavoz de Ciudadanos, Luis García-Borruel, cuando se queja de la falta de cumplimiento por parte del PP de los acuerdos de investidura y del presupuesto consensuado del 2016. Pero ni uno ni otro ha confirmado, de momento, que el siguiente paso sea la moción de censura. Tampoco por parte de Podemos, cuyo portavoz, Remigio Cordero, no descarta que pudiera haber otro alcalde, que apoyaría si cumpliese requisitos inapelables, como un plan de rescate ciudadano y --cómo no- impedir desde el ayuntamiento los planes de la diputación con el Hospital Provincial negándole la licencia de obras o el cambio de calificación urbanística. Eso quiere decir que en el hipotético caso de que la oposición se pusiese de acuerdo y por la lógica de la aritmética el alcalde postulado fuese el socialista Ricardo Cabezas, para poder contar con los votos de Podemos tendría que enfrentarse al presidente de la diputación, el socialista Miguel Ángel Gallardo, y eso está por ver.

En cuando al argumento de que un acuerdo entre PSOE, Ciudadanos y Podemos no se justificaría por lo alejadas que están las tres formaciones ideológicamente y que sus votantes no les han dado su apoyo para que se unan a siglas tan distanciadas, la historia reciente ha demostrado que las mezclas más explosivas en la teoría han encontrado sostén entre sus tutores y han salido adelante. También los votantes de Ciudadanos podrían pedir cuentas a sus concejales por haber permitido que gobierne en Badajoz el PP, o a la inversa: quienes eligieron a Fragoso pudieran no compartir que se apoyase en la formación naranja para asegurarse el sillón. Alianzas más chirriantes se han visto. Que se lo digan a José Antonio Monago y Pedro Escobar. La legitimidad de las uniones las marcan las normas del sistema democrático, no la genética política. Al margen de ideologías, los acuerdos deben sostenerse en que el objetivo que se persigue sea el bien de la ciudad y que las tres opciones confluyan en cuáles deben ser las prioridades. El descalificativo de acuerdo antinatura estaría de más. Sea como sea, como bien dicen unos y otros, «una moción de censura no se anuncia, se presenta» y flaco favor se hacen unos y otros cuando amenazan con esta opción, si no hay aún decisión tomada, que por otra parte, debe ser un acuerdo que adopten las formaciones municipales y no los órganos regionales de sus respectivos partidos, cuyas guerras e intereses deben ser otros. La pregunta del millón la ha formulado el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, después de que el PP regional se revolviese más de la cuenta: ¿Qué hacemos hablando sobre algo que no está planteado?. Algún interés habrá.