Hay quien no se ha atrevido a entrar porque se lo impide su fobia a los insectos, pero ya han sido muchos los que han podido compartir espacio con las 559 de hormigas que el escultor Manuel Vega (Badajoz, 1967) expone estos días en la sala Artex, en la calle Virgen de la Soledad. Las ha ido creando durante un año y dos meses para mostrarlas todas juntas y en ellas ha empleado 7.500 metros de cable de acero galvanizado que ha sometido a un proceso químico de oxidación que les aporta su color rojizo. La exposición lleva por título Hormigarium, con el subtítulo La perfección te convierte en rutinario.

Las hormigas son todas diferentes, pues están trabajadas a mano, sin molde, fabricadas en distintos momentos creativos del autor, «con más ganas o menos ganas, con más prisas o más pausado» y tienen diferente tamaño: la mayoría entre 15 y 30 centímetros y algunas, las «gigantes», miden más de un metro. La idea de esta exposición surgió a partir de que un familiar le regaló dos hormigas que él había creado. «Me resultó curioso y simple, solo son seis patas, el cuerpo y la cabeza, era el primer insecto que hacía, a partir de ahí ya he hecho una araña, una mantis y una libélula», pero no cree que vaya a fabricar más individuos invertebrados, a no ser que se los encarguen, «porque estoy un poco saturado». La obra de Manuel Vega se ha caracterizado hasta ahora por la escultura figurativa y alguna más abstracta, trabajada en hierro oxidado, que mostró en sus exposiciones Trazos especiales, en la sala de la Diputación de Badajoz (2005) y Naturalezas y Verbos, en los colegios de arquitectos de Cáceres y de Badajoz (2006).

Hormigarium está siendo un «éxito», reconoce el escultor, quien lo atribuye a que «es una exposición fuera de lo común» pues se rata de una «instalación escultórica», en la que las piezas se pueden tocar, cambiar de sitio y tanto la iluminación como la ubicación generan un efecto que no deja indiferente a quien se aproxima a la sala. Todas las hormigas están en venta.