Con independencia de la opinión que tienen los pequeños comerciantes sobre las nefastas consecuencias que para sus negocios va a tener un gran centro comercial en Caya; para los potenciales clientes de esta nueva oferta comercial y de ocio --entre los que me hallo-- el hecho de que una gran firma multinacional con solvencia demostrada haya decidido venir a Badajoz a poner en marcha un proyecto de tal envergadura, en unos terrenos que no dejaban de ser una ruina y con el hándicap de tener que abonar al ayuntamiento una cantidad nada despreciable por la deuda de unos empresarios brasileños que nada tenían que ver con ellos, parece un milagro.

Ya lo dijo el alcalde cuando presentó el proyecto: la antigua Hering fue "un marrón" que se encontró cuando llegó al ayuntamiento por sus consecuencias políticas --Rojas dejó de ser alcalde--, sociales --cierre de la empresa y despido de trabajadores-- y urbanísticas --abandono de un terreno que no podía seguir siendo industrial por su ubicación--. Ahora habrá que ver si, como alerta el comercio, el "marrón" se lo comen los pequeños negocios o se queda en una falsa alarma como ocurrió con El Corte Inglés.