El bufón de la corte se apunta a un bombardeo con tal de rascar bola, o sea, audiencia en un programa de televisión mediocre, sectario, reaccionario y previsible. Lo ridículo no es el ridículo que hacen, él y su cohorte de pelmazos, aparentando que defienden una causa que ya no es causa y que, por supuesto, jamás hubiera necesitado de estos progres de conveniencia, lo ridículo, insisto, es que, creyéndose intelectuales, prediquen desde una autoridad moral que no tienen. Los orígenes del histrión le sitúan en una familia bien durante el franquismo, capaz de pagarle los costosos estudios universitarios y de consentirle sus ínfulas de showman de todo a cien que recorría los garitos de la movida madrileña de los ochenta con el arte subterráneo de quien se fabrica una biografía revolucionaria. El curriculum del bribón se escribe entre disparates, griterío y malos programas de televisión aunque encontró un filón despreciando y ridiculizando a una derecha moderna y democrática que no podía hacer más que reírle las gracias so pena de recibir las invectivas del follonero. Que todo su talento se reduzca a estigmatizar al adversario o a manipular la realidad con tal de servir a la mano que le da de comer, prueba que sus intenciones siempre han sido las mismas: alimentar su ego y vivir del cuento.

Ahora se apunta a una polémica ya inexistente, ya zanjada y ya perdonada, poniendo a Badajoz en el foco de sus críticas y payasadas, enredando al personal en caravanas que no enarbolan más bandera que las de su ombligo y liderando protestas y campañas creadas por sus guionistas, interpretadas por un mal comediante y amplificadas por una televisión que va de lo que no es. No se le conocen manifestaciones antifranquistas, y edad tenía para hacerlo, o defensas a ultranza del movimiento gay en la transición o condenas rotundas a personajes de su afección como Alfonso Guerra cuando llamó "mariposón" a Rajoy o Fidel Castro cuando calificó como "mariconsón" a quien le gastaba una broma. Ni siquiera se le conocen ataques, verbales, por supuesto, manifiestos o concentraciones contra regímenes comunistas o islamistas donde la homosexualidad se paga con torturas, cárcel e, incluso, la muerte.

A él lo que le interesa, por lo visto, es la colombofilia y el insulto, como cuando preguntó a la ministra Pajín si su apellido era sinónimo de "masturbito".