El conflicto surgido en Gévora es delicado, desde todos los puntos de vista. Pero los implicados deben ser conscientes de que el aspecto más delicado de este asunto son los propios niños. Un grupo de madres ha denunciado que sus hijos, de 6 años, sufren malos tratos físicos y psicológicos por parte de una profesora. Es la palabra de unos niños contra la palabra de la maestra.

Ella niega las acusaciones. La única prueba fehaciente es que parte de los pequeños se niegan a acudir a clase porque tienen miedo, según dicen sus madres. Claro está que la Dirección Provincial de Educación deberá tener datos a la hora de tomar una decisión, pues está en cuestión la trayectoria profesional de una trabajadora. Pero mientras consigue las pruebas determinantes, los niños deben estar protegidos. Cualquier madre, ante la menor duda de que su hijo puede estar sufriendo en el colegio, lo normal es que lo saque del centro.

Eso ha fallado. Educación debió adoptar una solución cautelar entretanto tomaba una decisión definitiva. Lo ha hecho, pero tres semanas después de que el conflicto saltase a la luz en los medios de comunicación. Mientras tanto, han sido las madres las que han sacado a sus hijos, preparado clases alternativas y contestado a las preguntas sin respuesta de los niños.