Ha prorrogado el MEIAC la primera gran exposición antológica del artista sanvicenteño Godofredo Ortega Muñoz, como era de esperar, de forma que ello permitirá a muchos, visitantes, guiris y nativos gozar de Badajoz un tórrido día de agosto, y aún de julio, a la sombra de sus muros --no olvidar que el revestimiento de ladrillo visto que cubre unos nada desproporcionados muros de hormigón lo ocupó en su día una prisión de arquitectura panóptica, tan omnipotente-- de sus muros, decía, de un hermoso recorrido por la historia y la obra del pintor que nos descubrió lo que somos y quienes somos por el paisaje --la luz y la tierra- al que pertenecemos. O puede que, a la vista de tanta esencialidad y tanta depuración, en realidad nos muestre lo que queremos ser, lo que podríamos ser si nos fundimos con esa luz, esa tierra, sus colores y sus árboles. Es una parte de lo que se puede vivir estos días en este Badajoz --el propio MEIAC tiene otros atractivos: Solano, Sendín, su colección ibeoroamericana--. Pero también el MUBA estrena pinturas --Nicolás Mejías y Bermudo--, además de sus fondos con Checa, o Juez; la catedral y su museo, el Arqueológico y su patio mudéjar; la alcazaba, la torre de Espantaperros y el propio río. El verano puede ser una buena época para redescubrir una ciudad.