TLta aristocracia local cristiana, a la que perteneció la familia de Ibn Marwan, estaba dispuesta a pasar por lo que fuera con tal de preservar sus enormes posesiones y sus privilegios. La gente baja, el pueblo llano, no jugó el mínimo papel en ese proceso. Tendrían que pasar siglos para eso. La mayoría también abrazó la fe de los vencedores. Y la lengua. Era lógico.

Todo en la nueva sociedad estaba encaminado a ese fin. Y todo sin ejercer violencia alguna, porque el Islam, antes y ahora, no obliga a nadie a convertirse. Eso es producto de un acto voluntario, no colectivo o impuesto. La familia del fundador de Badajoz se hizo musulmana antes de nacer él. ¡La pela es, y era, la pela!

Su lucha con los emires de Córdoba no fue por motivos religiosos. Los soberanos omeyas rompieron los pactos iniciales firmados con los conversos en el primer momento de la conquista árabe y éstos reclamaron sus derechos. De esta pugna, que duró casi siglo y medio, surgió Badajoz. Porque a los cordobeses les convenía desarraigar de Mérida a Ibn Marwán y a sus partidarios. Para poder crear una nueva ciudad el magnate lusitano hubo de claudicar ante el emir.

Quiero decir con esto, que no conviene convertir al rebelde en un santo defensor de la independencia, en abstracto, de ningún pueblo. Luchaba por los privilegios de su clase. Cuidado con lo que enseñamos de él. Almosassa quiere conmemorar la feliz coincidencia que llevó a la creación de nuestra ciudad.

Pero los motivos son muy dudosos, vistos desde ahora, y el fulano en cuestión no era un caudillo popular, ni un libertador.

A ver si ahora este ayuntamiento va a permitir que se dé una versión disgregadora del Estado. Si por algo es encomiable el rico musulmán es por haber defendido sus derechos. No por ser el héroe, ni el caudillo del pueblo. Era, simplemente, su dueño. Fue a lo suyo. Y ya saben ustedes lo que eso significaba. Y significa.