Periodista

No entiendo que hoy en día pueda subsistir el enfrentamiento cateto entre dos ciudades, próximas, que nada tienen que envidiar la una de la otra y que, ni mucho menos, son competencia, sino más bien todo lo contrario, complementarias y que, de cualquier modo, deberían andar de la mano.

He vivido en Mérida y en Badajoz y en ambas he sentido, en distintos ambientes y circunstancias, el conocido recelo que históricamente ha distanciado a los emeritenses de los pacenses y a los pacenses de los emeritenses. Yo, por supuesto, tengo mis preferencias, constatadas y contrastadas, porque si me dan a elegir entre una y otra ciudad para vivir, lo tengo muy claro.

Sin embargo, no creo que ese enfrentamiento conduzca a ningún sitio, ni beneficie a nadie. Los pacenses tienen su ciudad, crecida en los últimos años en servicios y posibilidades. Es un lugar con las ventajas de una población pequeña donde todo se encuentra a mano y donde aún la gente se conoce.

Mérida goza de una historia que, inevitablemente, la condiciona pero que sólo le puede reportar ventajas, si es bien aprovechada. La capitalidad sólo puede suponer beneficios, por mucho que algunos crean que representa un gasto difícil de asumir. Mérida es más Mérida desde que es capital autonómica, a pesar de los problemas de tráfico y si no hubiera sido por la capitalidad, ahora mismo se limitaría a ser referencia para el turismo, una posibilidad que tampoco estaría mal. Pero algo falla, porque a diario cientos de pacenses prefieren enfrentarse a la carretera, que hacer el nido en la capital.