Más de 30.000 personas celebraron el año pasado la romería de la Virgen de Bótoa, copatrona de Badajoz, el primer domingo de mayo. Cientos fueron las que dos domingos después acudieron al entorno de la ermita de San Isidro, en el parque de Tres Arroyos, para pasar un día de campo en pandilla o en familia bajo las encinas. Los conciertos en la Alcazaba y en Puerta Palmas de la fiesta de Los Palomos reunieron en el 2019 a más de 35.000 incondicionales, según datos de la organización, y por miles se contaron los que disfrutaron los diez días que se prolongó la Feria de San Juan, de día y de noche. Sólo por mencionar un dato: el aforo del auditorio del recinto ferial está marcado en 10.000 asistentes de pie. 9.000 jóvenes se juntaron en este espacio en el Summer Live en julio. El curso cultural se inicia en Badajoz con la Noche en Blanco, que el año pasado alcanzó su décima edición con una afluencia multitudinaria: 150.000 personas acudieron a 80 espacios donde se ofrecían 166 actividades. Después, la fiesta de la fundación de la ciudad, Almossassa, en la que no faltan aglomeraciones en la plaza Alta y su entorno. Hasta final de año estarían previstas muchas más convocatorias de gran afluencia, sin contar las deportivas y las ferias que se celebran en Ifeba, todas ellas con miles de asistentes. Por citar un ejemplo: el año se cierra en la institución ferial con Iberocio, que no tiene carácter comercial y siempre reúne a unas 40.000 personas en cinco días de diversión asegurada, sobre todo para los niños.

Sea cual sea la celebración, conmemoración, romería o feria que señalemos en el calendario festivo de Badajoz, los titulares destacan la gran afluencia de público para reafirmar su poder de convocatoria. Son cientos o miles y sin esos cientos o miles esas fiestas no tienen sentido. Forma parte de nuestra forma de ser y de vivir, nos juntamos para celebrar y compartir y si no son cientos o miles los que secundan una propuesta festiva significa que esa convocatoria no ha calado. Pero en esta ciudad es difícil que las ofertas de ocio no conquisten público.

Una de las muchas consecuencias de la crisis sanitaria que estamos viviendo es que está suspendiendo como fichas de dominó todas las fechas marcadas en el almanaque festivo que impliquen concentración de personas, es decir: todas. Con algunas aún no se ha tirado la toalla, como ha ocurrido con la Feria del Libro, prevista en mayo, que el ayuntamiento prevé trasladar a septiembre. Pero para otras la edición del 2020 será un paréntesis en su historial. Lo será para Los Palomos, cuyos organizadores hicieron bien en anticiparse, en un acto de responsabilidad y madurez. Ha afectado a las ferias previstas en Ifeba y a las romerías de Bótoa y de San Isidro, aunque parece que las hermandades se resistían a tomar la decisión.

Quedan más de dos meses para la Feria de San Juan, pero su programa no se prepara de un día para otro y uno de estos días habrá que ir pensando en tomar una decisión. Hay quien ya plantea trasladarla a octubre. No sería igual.

Ya nada será igual. Hablan de la ‘nueva normalidad’ cuando salgamos de esta crisis. Aún no sabemos cuándo ni cómo. Pero sí sospechamos que mientras no haya una vacuna potente o alcancemos la inmunidad global el distanciamiento social será la norma que rija nuestro comportamiento. Todas nuestras actividades colectivas estarán marcadas por el metro y medio de separación de manera intermitente cuando haya nuevos brotes. La nueva normalidad no se contará por miles ni cientos y nuestras prioridades habrán cambiado definitivamente.