Que el urbanismo es algo vivo está a la vista. Hemos pasado la semana de parcelaciones ilegales a los pisitos, de alegaciones al PGOU a los minipisos, del casco antiguo a los _ micropisos y de la protección de edificios a los nanopisos. Y es lógico. Que la sociedad debata sobre lo que le concierne --todo-- no debe ser motivo de queja; más bien al contrario.

En el momento que escuché y leí las manifestaciones de la ministra Trujillo sobre pisos de 25-30 metros cuadrados, no como idea de la Administración, sino de arquitectos que trabajan en propuestas novedosas sobre espacio, materiales y diseño --recogidas en los suplementos culturales de la prensa--, pensé que sería pasto de viñetas, programas de humor y críticas mejor o peor argumentadas.

Al final, algún fleco llegó a Badajoz y el vicepresidente de la Junta presentó --como el PP en el ámbito estatal-- una cosa por otra, al decir que una residencia universitaria son viviendas de 25 metros. Más bien fue un abrazo de oso a la ministra, que sólo reflexionó en voz alta sobre propuestas que ya existen y que no se van a cegar por un falso debate político. Está claro que el debate es recomendable, pero la demagogia lo desarma.