Periodista

Miro dos libros de/con/sobre fotografías totalmente distintos entre sí. Tanto, que sólo les une la fotografía y, tangencialmente, que estén en mis manos con el mismo afecto y respeto con que fueron recibidos y, ya, atesorados.

Uno de esos libros es el ´Sanctorum´, de J. A. Montoya, un maestro de la fotografía y de la sustancia, el tuétano humano --"todo es sexo", dice; y comparto--, que más parece hechicero y alquimista. El otro, en formato de pasaporte --tal, cual--, ´Lisboa´, una mirada pulcra, vital --creo que por una vez sin saudade-- al país/pueblo hermano, de una muy joven Laura Covarsí. Este llegó a través de su padre, Antonio Covarsí, otro maestro-brujo del cuarto oscuro y de esas deformaciones que, a veces, consolidan nuestras verdades más fuertes, nuestra imagen más auténtica cuando en vez de mirarnos al espejo, nos miramos dentro.

El pasaporte de Laura sigue el rastro de quienes saben condensar el tiempo para hacer imágenes imperecederas. El ´Sanctorum´ de Montoya contiene además textos con los que ayudarse a mirar lo que igual puede ser objeto de atención codiciosa que de reojo, o --como ya ha ocurrido--, de mirar sin ver para no perder la buena excusa con la que un bienpensante sabe joder al prójimo. Su brillantez, ¿en lo original, atrevido y transgresor de su pro(post)puesta?: quizás en la sencillez con que expone el tabú. Y el/¿la? Lisboa de Covarsí más parece una reportaje o documental que imagen estática, que no lo es y sí de una modernidad que se agradece. Y sin embargo, a pesar de ser tan distintos, también coinciden en otra cosa, que tienen la mirada en la frontera.