TEtnternece ver a dos viejos dinosaurios del socialismo español, como son Felipe González y Rodríguez Ibarra, apadrinando desinteresadamente los manidos proyectos promocionales de un lagarto ultraliberal como Monago. Hace décadas que se inventó en Extremadura eso de "una región para invertir", dicho incluso en inglés, y eso otro de ir a Israel a intentar encontrar socios tecnológicos, algo tan viejo que a las ediciones anteriores ya asistía, en pantalón corto, quien hoy se ha convertido en Antutankamon Masa, la única momia del mundo que sigue en ejercicio, aunque sea un ejercicio cada vez más ortopédico. Antes, hasta que llegó Monago, eran los dragones los que echaban humo por la boca. Ahora el humo, el humonago para más señas, lo expulsan los lagartos de lo privado, que pretenden engañarnos con el señuelo de que quieren construir por la vía de la ficción, en regiones como Extremadura, una especie de compensación figurada de lo que nos están destruyendo cada día con la más cruel realidad del hachazo y del recorte. La perplejidad que se adueñó de nosotros cuando vimos a nuestros dinosaurios confraternizando con Monago, tuvo reflejo en la expresión asombrada de un forzado convidado de piedra a tan felices eventos. La cara de Guillermo Fernández Vara era un poema. Su paciencia, como se ve en éste y otros casos parecidos, no tiene límite.

Seguro que los dinosaurios se sintieron generosos hombres de Estado apoyando estas pirotecnias del adversario, con las altas miras de que lo hacían por Extremadura y por los pobres extremeños. Pero da grima ver a los que han sido dos artífices destacados y principales del Estado del Bienestar y de las políticas de igualdad y de inclusión social en nuestro país, apadrinando a un campeón de los recortes en lo esencial --la Educación, la Sanidad o la Dependencia-- y del despilfarro en lo superfluo y prescindible -solo hay que mirar su faraónica ceremonia de toma de posesión o el dinero gastado en los llamados Premios Ceres de Teatro-. Realmente, el teatro lo hace, y cada vez mejor, Monago, hasta el punto de que incluso consigue reducir a la categoría de figurantes a quienes antes fueron primeros actores de la política española e internacional. Monago ha sustituido el programa electoral y las ideas, por el márketing y la propaganda. Allá él. Lo tremendo es ver a nuestros dinosaurios bailándole el agua.