La riqueza y la ricura se parecen pero no tienen nada que ver. La etimología es la misma, pero la diferencia entre una y otra es notable. Mientras la primera se encomienda a Pluto, la segunda lo hace a Eros o a Venus. Porque una cosa es el dinero y otra el amor. Por eso no es lo mismo decir "eres rica" que "estás rica". En este sentido, el de la ricura, las monjas, las novicias, son paradigma de un erotismo mítico. "Teta de novicia" es la expresión suprema de esta veneración popular. La literatura española está llena de creaciones notables en las que bellas novicias, queriéndolo o sin querer, protagonizan lances sabrosos. El Libro del buen amor y Don Juan Tenorio son dos ejemplos claros de imaginación nacional en torno a las monjas, por lo que a su ricura se refiere.

Pero estos tiempos son de mudanza y parece que también la riqueza vuelve a hacer su aparición en los conventos, a pesar de los votos de pobreza. Hubo un tiempo en que la riqueza era consustancial a los claustros, porque muchos fueron de fundación real o aristocrática y destinados a hospedaje, retiro o destierro de grandes damas de la corona y de la corte. Unas, por castigo, otras, por despecho de amores, y las menos, por piedad. Desde entonces acá, las monjas de clausura han sobrevivido mal que bien, manteniendo esos oasis de fe y contemplación donde viven, esas piadosas burbujas aisladas del mundo donde se han ganado la vida tejiendo, encuadernando o fabricando dulces, a la vez que conservaban un espléndido patrimonio que, sin ellas, probablemente se hubiera venido abajo. Lo que nadie podía imaginar hoy era que un convento de clausura pudiera esconder una fortuna en euros contantes y sonantes.

Hemos descubierto con asombro que unas monjas de Zaragoza guardaban millón y medio de euros en billetes de 500, que son los billetes en los que se realizan las grandes operaciones oscuras. Ese dinero es al voto de pobreza, lo que los hijos de Marcial Maciel al de castidad. Parece que el demonio tiene la virtud de colarse en los conventos para tentar a las monjas, además, con la pasta. Estas monjas ricas son, quiéranlo o no, otro testimonio de los tiempos convulsos que vivimos, que van a trastocar para siempre el orden de las cosas. Como no tienen perdón de Dios, tendrán que rezarle mucho a san Mateo, patrón de Hacienda, para que las perdone el fisco.