No soy taurino pero tampoco antitaurino. Lo que sí soy es un anti antitaurino porque, mucha ley mordaza para arriba y abajo, pero a la hora de prohibir hay revolucionarios de salón que sacan a pasear su vena reaccionaria. No sé absolutamente nada de tauromaquia como tampoco de física cuántica. Los animales me gustan igual que me disgustan, es decir, que ni fu ni fa más allá de que no los quiero en casa, no los quiero cerca y no quiero que sufran. Pero entiendo que hay animales bellos, nobles, que hay que proteger y evitar su extinción. Entiendo que hay animales que dan compañía, que alegran la vista, que salvan vidas. Y entiendo que hay arte, tradición y cultura relacionada con algunos animales. Ocurre en todos los países del mundo aunque lo de matar un toro en la plaza solo pase en España, Francia y algunos países de América. Pero no quiero escribir, como tantos, de lo que no entiendo. Quiero escribir de Morante de la Puebla.

Dicen que se trata de un torero lleno de arte, de leyenda y de magia, con una mística que muy pocos toreros alcanzan. No sé nada de él. El otro día pasó una jornada entera en Badajoz. Lo observé desde una distancia corta y vi al hombre, normal en apariencia, que se pone delante de un toro de quinientos kilos a sabiendas de que esa tarde puede que no salga vivo de esa plaza. Intenté averiguar, observándolo, qué puede pasar por la mente de una persona para situarse delante de un peligro de muerte real sin más ayuda que un capote y, en determinados momentos de la lidia, de un estoque. No estoy en el debate de si el toro sufre, de si la única manera de que existan los toros como animales es que permanezca la fiesta, no, el debate, el pensamiento es qué pasa por su cabeza, por la del torero, sabiendo que hoy, al torear, puede morir.

La otra cosa que quiero destacar de Morante es que se pasó el santo día firmando autógrafos y haciéndose fotos con todo el que se lo pidió. Ni una mala cara, ni un mal gesto, ni un no en sus labios. Aguantó, como se dice, estoicamente, la pasión de quienes siguen su arte y su oficio. Hay otros, futbolistas, artistas o tertulianos de la basura televisiva, que acuden a eventos, cobrando, y cuando llevan diez fotos o tres entrevistas, ya están pidiendo más dinero, mandando a la mierda a sus fans, maltratando a los periodistas o colgando en su twitter algún exabrupto que ni ellos mismos habrán sido capaces de escribir.