Estimado lector, no sé si les pasó inadvertido o no, el hecho de que el pasado viernes, jornada posterior al 8 de marzo, no se publicara esta columna. Incluso me gustaría pensar que notaron la ausencia de otras muchas firmas de compañeras periodistas en éste y otro medios de comunicación. Nos sumábamos así las periodistas a la huelga convocada por los sindicatos bajo el lema Si nosotras paramos, se para el mundo. Un eslogan que desde el minuto uno me pareció fantástico. Era la primera experiencia de una huelga a la que estaban convocadas sólo las mujeres. Nadie sabía cómo iba a resultar.

Sin duda la propia excepcionalidad de la convocatoria ya tuvo la repercusión mediática que se persigue en cualquier protesta y gran parte del éxito de las multitudinarias concentraciones del 8 de mazo estoy convencida que se debió a ese eco mediático.

Sin embargo creo que la huelga no consiguió la finalidad para la que estaba convocada. Y hasta me atrevería a decir que tuvo efectos contrarios. En primer lugar, el «mundo» no se paró. Y no solo siguió funcionando con normalidad, sino que ese «mundo» volvieron a hacerlo solos los hombres. Los medios audiovisuales fueron quienes mejor reflejaron lo que estoy diciendo. Durante todo el día solo aparecieron hombres en las parrillas de las grandes cadenas de televisión. Presentaron ellos los informativos, dirigieron los programas y hasta en las tertulias de ese día, donde se hablaba de los problemas de las mujeres, sólo había hombres. El Día Internacional de la Mujer, protagonizado por hombres. Me chirrió y pensé ¿pero no estamos luchando en contra de la invisibilidad?