En lo que va de semestre he visitado dos de los monumentos más emblemáticos del mundo islámico, también del mundo turco y árabe: el palacio de Topkapi, en Estambul, y la ciudad palatina de Madinat al-Zahrá, en Córdoba. Son mundialmente conocidos. El primero era la residencia de los sultanes otomanos. El segundo del califa omeya de Al-Andalus. Dos enormes perfiles históricos del Mediterráneo, cada uno en su época. En el Topkapi, en restauración, pude entrar en una dependencia que, habiéndolo recorrido varias veces, no conocía: la mezquita de las mujeres del harén. Espléndida, con portentosa decoración de azulejos de Iznik. En Al-Zahrá no se puede, todavía, ver nada semejante. Es una ruina majestuosa.

La Junta de Andalucía lleva años haciendo un esfuerzo para hacerla visible y comprensible y, por cierto, para investigarla, intentando aclarar los muchos puntos oscuros, las preguntas que se abren en su torno. Pero es un mundo por desvelar. Es la residencia de un monarca que regía la vida de enormes regiones de Occidente y condicionaba la de otras tantas próximas. Los dos palacios, en Anatolia y en Al-Andalus, estaban destinados a demostrar la importancia de una sola persona, que lo regía todo de modo despótico. Sin posibilidad de réplica alguna, aunque no lo hiciera, en general, caprichosamente, y tuviera sus consejeros.

Cuando investigamos lugares así, cuya importancia turística no puede eclipsar a la ideológica, quisiéramos conocer, entre otras cosas la manera en que se movían los resortes del poder, el proceso de creación de conjuntos arquitectónicos y su relación con la ideología. Pues bien, en la identificación de ese mundo extraño de Zahrá hay algo que no se advierte, que no se señala en los audiovisuales y que debiera estar muy presente, porque era fundamental: las mujeres. No hay mujeres. Me lo hacía notar, con razón, una colega. Ni se mencionan, ni se describen, ni nada. Y, a pesar de estar sometidas y ocultas, desempeñaban un papel clave, más por pasiva que por activa. No se citan en ningún sitio, en ningún cartel didáctico. Deberíamos preguntarnos los motivos. No es solo un problema arqueológico. ¿Qué diferencia el Topkapi de Al-Zahrá? Allí hay mujeres, aquí no.