TSti vas a pedir una subvención y te llamas Manuel o Antonio , ándate con ojo. A lo mejor no se te ha ocurrido leer la letra pequeña, y no entiendes por qué se la han dado a Pepi , a Carmencita y a Pili , pero a ti, que reunías los requisitos y la necesitas para poner en pie esa mísera empresa con la que subsistes, no. Sabes, además, porque las conoces, que tienen su trabajo bien pagado y con la subvención igual hasta se van de vacaciones. Se siente, majete. Haber nacido hembra. O llama a tu prima, a ver si no le importa firmar los formularios con su nombre: María Vanesa . Si no, lo llevas crudo. Ahora imagina que tienes un hijo universitario con coche, cuya gasolina y seguro corren de tu cuenta. Si es varón, la prima del seguro se dispara, mejor le haces travesti o pones la póliza a nombre --otra vez-- de María Vanesa. Y si eres empresario, cuidadito con las empleadas. Ellas no son cualquiera. Son MUJERES, así, como suena, en mayúsculas bien gordas y solo podrás dirigirte a ellas con total admiración y mansedumbre. Extrema tus cuidados en caso de embarazo y ten siempre presente que la empleada de hoy puede llegar a ministra mañana si se da el caso de necesitar cumplir una cuota. Por si no lo sabías, este mundo --el primero-- lleva tiempo mostrándose exageradamente femenino. La estupidez de la discriminación positiva está ocasionando situaciones injustas aunque admitidas por los políticamente correctos. Este lugar occidental, moderno, progresista y aún confortable, gasta dinero en políticas de igualdad, gracias a las cuales hemos constatado lo inútil que puede llegar a ser una señora. Y continúa celebrando el día de la mujer cada 8 de marzo. Un día de hace cien años cuando las mujeres no votaban y no había ni siquiera leds para sustituir a las bombillas. Que hoy podría dedicarse en exclusiva a las mujeres del mapa del hambre y del subdesarrollo. Y dejarnos en paz a nosotras, exactamente igual que, si en lugar de llamarnos Josefa nos llamáramos José . Sin días, por favor.