Aún se recuerda en la ciudad la anécdota. Hace unos quince años, el ayuntamiento decidió derribar el muro que circundaba el parque de Castelar. Sin pensárselo dos veces, los hermeneutas que no siempre dan puntada con hilo, se apresuraron a denunciar los hechos asegurando que el muro formaba parte del patrimonio histórico y artístico de Badajoz y que se estaba cometiendo, como poco, el atentado del siglo. La verdad es que afirmaciones tan rotundas nos cogieron a algunos por sorpresa. Sobre todo, a los que de niños habíamos jugado en dicho parque y lo único que lo circundaba eran unos no muy gruesos alambres que cada cuatro o cinco metros se sujetaban a una barra de hierro con forma de clavo y apuntalada en la tierra. Después, vinieron unos setos y, finalmente, en los años ochenta, cuando el parque, desgraciadamente, se convierte en nido de drogadicción y otras miserias, las autoridades deciden construir un muro y cerrarlo por las noches. He aquí el valor histórico del asunto.

Traigo a colación el barbarismo, siendo indulgentes, ante el incidente de la muralla, caída o desplazada, al inicio de la vía rápida, junto a Puerta Trinidad. Aparte de la recua de ignorantes anónimos que se han dedicado a echarle la culpa al alcalde, al presidente de la Junta y a un primo segundo mío que pasa por allí a diario con el coche, el espectáculo no ha podido ser más deprimente y esclarecedor. El informativo de la televisión regional habló del desprendimiento de un trozo de la muralla de la Alcazaba, igual que otros medios escritos y radiofónicos. Al poco, convirtieron la muralla de la Alcazaba en fortificación Vaubán y, al día de hoy, desconociendo si se han dado cuenta o no de que la muralla desprendida no es ninguna de las dos cosas, se agarran como pueden al valor incalculable (usan patrimonial como eufemismo y para dar contundencia a sus argumentos) de lo que el mal tiempo, y nadie ni nada más, se ha llevado. A todo, añadiéndole la comparación con otros incidentes, decían que iguales, en Plasencia o Jerez.

Caben varias interpretaciones: los días festivos y la ausencia de noticias que magnifica las que aparecen, aunque sean de baja intensidad; personas que se dedican a la información sin formación; y los que esperan, desesperadamente, el apocalipsis del que, por supuesto, sueñan con sacar tajada. O sea, a río revuelto, ganancia de pescadores.