Hasta hace unos años la bandas de música basaban principalmente su repertorio en marchas, pasodobles y zarzuelas. No es ningún demérito puesto que los tres géneros aportan obras de gran categoría y algunas con auténtico carácter sinfónico. Tambien abordaban, cuando el nivel técnico de sus componentes lo permitía , nivel que ha ido creciendo con la labor de los conservatorios y la proliferación de escuelas municipales de música, secuencias de temas clásicos, como suites, sinfonías y oberturas operísticas. Sin embargo, cuando las grandes producciones cinematográficas comenzaron a incorporar a sus bandas sonoras fondos musicales que les proporcionaban especial dimensión, propiciando mayor énfasis en su contexto argumental, surgieron extraordinarios compositores que se especializaron en música de cine , de entre los que emergen dos grandes figuras, ambos ya nonagenarios: Ennio Morricone y John Williams, a los que este año les ha sido otorgado, con todo merecimiento, el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Entre los dos han compuesto cerca de un millar de bandas sonoras, habiendo obtenido varios Oscar.Del italiano Ennio Morricone cabe citar títulos tan sugestivos como Cinema Paradiso, El Bueno el Feo y el Malo, La muerte tenia un precio, La Misión… El estadounidense John Williams aportó la inefable música de La lista de Schindler, Tiburón, ET, La Guerra de las Galaxias o Harry Potter.

Pues bien, la extraordinaria dimensión sonora que propician estas películas, que identifican fácilmente niños, jóvenes y mayores, ha contribuido al enriquecimiento del repertorio de las bandas de música, que las han ido incorporando a los programas de sus conciertos -éstas y otras muchas de la historia del cine de otros grandes compositores-, sobre todo de películas que son musicales, incluso, cuando ello es posible si se cuenta con medios técnicos, ilustrando con imágenes en pantalla secuencias de estas míticas escenas cinematográficas, propiciando así un especial estímulo que hace mucho más atractivo el concierto musical.