No se puede considerar que las minorías cristiana y judía fueran tratadas en las monarquías islámicas ibéricas del mismo modo y en todos los períodos históricos. Hubo variaciones. Más por motivos políticos que ideológicos. Pero debe dejarse claro que el mito de las tres culturas y de la pacífica convivencia fuese solo eso: una leyenda. Hubo coexistencia, no convivencia. Los «protegidos» eran menospreciados, aunque también se diese en ocasiones una cierta apariencia de corrección política. Cuando el islam dominó, los otros grupos estuvieron en inferioridad jurídica, pero, cuando ocurrió lo contrario, eran los musulmanes y los judíos los que sufrían la desigualdad. Las cosas no fueron tan idílicas como se ha contado y se difunde por conveniencia turística. Tampoco hubo, hablo como arqueólogo, en los periodos más antiguos barrios cristianos, judíos o musulmanes. Al menos hasta el siglo XII largo. La población vivía entremezclada, si bien la existencia de algún lugar de culto -no son extraños los puntos de devoción compartidos por varias creencias- tendía a polarizar en su torno a determinadas comunidades, interesadas en beneficiarse de la «baraka» implícita a la cercanía física.

No crean ustedes en una Edad Media en blanco y negro; más bien en gris. La sociedad medieval hispánica -no española- fue intolerante. Pero no pueden negarse muchos momentos de calma; de colaboración, incluso. Si leen a Simonet se darán cuenta de que su obsesión era la opresión de los cristianos bajo el yugo musulmán. De lo que se olvidó don Francisco Javier fue del fenómeno contrario. Porque, según se producían los procesos de conquista o de «reconquista», se desencadenaban los de sumisión de los vencidos. Y los «reconquistadores» no perdieron ocasión de incumplir los pactos de rendición firmados con los conquistados. O sea, nadie piense que la llamada Reconquista fue un proceso de liberación -la terminología les vino muy bien a los sublevados de 1936-. Tampoco para las comunidades cristianas «liberadas». De Badajoz no sabemos nada en ese sentido. Pero podemos imaginar, por extrapolación, que lo ocurrido se parece mucho a lo sucedido en otras ciudades próximas. Por ejemplo, en Toledo.