En Toledo, más que en Badajoz, por ser más numerosa la cifra de cristianos, estos se dieron cuenta muy pronto del error cometido codyuvando a abrir las puertas de la capital a Alfonso VI. Porque este monarca, en contra de lo que afirma la literatura nacionalista, no penetró en la ciudad del Tajo «manu militari». Se llevó a cabo un paripé de asedio para tranquilizar los escrúpulos religiosos de los musulmanes píos. Lo que realmente ocurrió es que Tulaytula había entrado en crisis porque la dinastía reinante lo había hecho y su oligarquía -de todos los credos- necesitaba estabilidad para hacer funcionar el comercio que allí, como en Batalyaws y otras ciudades importantes de Al-Andalus, era básico. Ambas poblaciones destacaban no solo por sus cualidades estratégicas sino, sobre todo, por ser grandes y activos mercados. Por eso los musulmanes, los cristianos y los judíos -sus grupos dominantes, no la población- buscaron un monarca capaz de recuperar la calma y, con ella, el negocio. Y llegaron a la conclusión de que el único y, quizás, el menos peligroso de todos era el rey leonés, después de haber probado con el batalyusí, un incapaz, durante un año. Como puede comprenderse no influyó tanto el cálculo religioso, siempre excesivo en la opinión de nuestros historiadores, como el económico. Por eso se firmó un acuerdo, mediante el cual Alfonso se comprometía a respetar los usos de los tulaytulíes, especialmente de los musulmanes. Pronto se arrepintieron todos. Estos, porque, en cuanto el rey partió, la reina y el obispo ocuparon la aljama y, contra todo derecho, la consagraron como iglesia. Y los cristianos, porque la forma de practicar de sus correligionarios recién llegados no era la hispánica suya tradicional. Sino la impuesta por Cluny, triunfante en Roma. Perdieron su calidad de independientes; se les cambió el rito litúrgico y hasta la letra de los documentos oficiales y religiosos. Los judíos mejoraron, si acaso, por la estabilidad política alcanzada. No por encontrar mayor tolerancia en el nuevo poder político. La imagen que se ha proyectado de todo esto en los textos españoles tiene mucho de invención. Lo que pasó aquí en el 36 también procede de ella.