La Navidad de los pobres se llama Nadavidad. Son las antifiestas navideñas de los que nada tienen, de los millones de pobres que, sin salir de esta España nuestra -del Tercer Mundo, mejor ni hablar-, miran las luces de las calles, los escaparates llenos de productos inasequibles y los hermosos belenes parroquiales desde el abismo de su Nadavidad, llorando la injusticia de un sistema que les ha quitado todo y que, encima, ejerce sobre ellos la crueldad de exhibir tan brillantemente todo lo que para ellos se ha hecho inaccesible.

Desde su Navidad irreal, el Gobierno dice que las cosas están mejorando en nuestro país. Pero la última encuesta del INE -un organismo gubernamental- demuestra que los ingresos medios de los hogares españoles en 2012 fueron un 3,5 % inferiores a los de 2011, el nivel más bajo en los últimos siete años, una tendencia que se acentúa en 2013. Y que el ingreso medio anual por persona ha bajado un 2,4 %, hasta 9.098 euros, de modo que de cada cien hogares españoles, veinte están en la pobreza y treinta y tres no llegan a final de mes. La gente se está muriendo literalmente de hambre y si no ha sucedido ya una catástrofe masiva es gracias a la labor solidaria de la ciudadanía.

En su reciente exhortación apostólica titulada "Evangelii Gaudium" -142 páginas con más sustancia que la mayoría de las encíclicas anteriores-, el Papa Francisco ha denunciado la "idolatría del dinero" y ha acusado al actual sistema económico -ese que tanto defienden Rajoy y compañeros martirizadores- de que "mata y excluye a las personas". El desequilibrio social -asegura el Papa- "proviene de ideologías que defienden la autonomía de los mercados y niegan el derecho de control de los Estados, que son los encargados de velar por el bien común".

Cada día se hace más evidente, aún para quienes no creían en el Estado, entre ellos, tantos pequeños y medianos empresarios que han ido a la ruina y que hasta ayer eran defensores acérrimos de la libertad de mercado, que el Estado debe tomar de nuevo las riendas de los servicios esenciales del país y de sus recursos estratégicos. El sistema neoliberal vigente "es injusto en su raíz", dice el Papa. Y esta injusticia se hace aún más palpable en estos días, que se han convertido -infelices fiestas- en la Nadavidad de tantos.