El franquismo ha vuelto. Por si a alguien le quedaba alguna duda de la deriva fascistoide de la acción gubernamental y de la vuelta a los abusos de la dictadura, la ley de seguridad ciudadana que preparan Rajoy y compañeros martirizadores es la constatación de que esta derecha trata de imponernos a todos un neofranquismo ya indisimulado. Tras haber desmontado el Estado de Bienestar y tras haber acabado con los derechos de los trabajadores, los actuales gobernantes quieren desmontar ahora la democracia. Si esta ley prospera, si la oposición no actúa adecuadamente, si la ciudadanía permanece quieta y callada y si Europa no interviene de oficio para evitar este desafuero, los ciudadanos ya no podremos manifestarnos libremente, ni reunirnos en la calle, ni acampar en los espacios públicos, que son nuestros, ni apoyar a quien va a ser desahuciado, ni acercarnos a las instituciones a ejercer nuestro derecho a la protesta, ni fotografiar o grabar la actuación de los policías, que son empleados nuestros, ni colgar una pancarta de las ventanas de nuestras casas, ni recoger firmas en la calle, ni gritar contra los gobernantes.

El Estado franquista se deshizo legal y pacíficamente, sin que en nuestro país se produjera una revolución como la que en Portugal acabó con su dictadura. Ahora, al cabo de casi cuarenta años de democracia, esta derecha está reimplantando el franquismo por esa misma vía de la ley, solo que al revés. Esto puede motivar que el estallido que no tuvo lugar entonces y que, de alguna manera, ha permanecido larvado entre los pliegues de nuestra historia, se produzca ahora, sencillamente porque Rajoy y los suyos están cerrando las últimas espitas por las que evacuaba la indignación y la rabia de esta olla a presión en que han convertido a España. Lo que no consiguieron Tejero y compañía el 23-F, parece que lo quiere lograr esta derecha, en lo que se asemeja a un golpe de Estado blando, para imponer una legalidad incompatible con la democracia. Han acabado con el Estado de Bienestar, han implantado una educación solo al alcance de los ricos, han laminado los derechos de los trabajadores y de los más desfavorecidos y ahora quieren subvertir la democracia con unas leyes que desmontan las libertades consagradas en nuestra Constitución. Y eso, señores míos, solo tiene un nombre: franquismo.