Cuando se recibe una trágica noticia sobre la muerte de alguien, tendemos a buscar culpables. Más si se trata de una muerte violenta y más aún si la víctima es un menor.

Esta semana nos conmovió a todos la muerte de un niño de 15 años en una vía próxima a Suerte de Saavedra cuando el ciclomotor que conducía impactó contra un contenedor situado en la calzada. Su acompañante tuvo mejor suerte y pudo llegar al hospital. ¿Se podría haber evitado?. Desconocemos el grado de responsabilidad del menor, que igual que su acompañante iba sin casco. Lo que sí me parece sorprendente es que esta sociedad confíe una responsabilidad tan grande como es conducir a niños. Porque para mí, alguien con 14, 15, e incluso 16 años, es un niño, aunque para algunas cosas se les considere jóvenes. En las estadísticas, en los titulares, en la publicidad y en la televisión son tratados como mayores, sin embargo a la hora de exigirles un esfuerzo en los estudios, en el trabajo o en casa, se les protege porque son niños. Esta indefinición genera caos y es un indicador de que algo no funciona en esta sociedad, donde padres de 40 años e hijos de 14 son igualmente jóvenes.