Tras tres novelas históricas (La traición del rey, La colina de las piedras blancas y La dama de Saigón), José Luis Gil Soto (Oliva de la Frontera, 1972) da el salto a la ficción con Madera de savia azul, que presenta esta tarde en el hotel Zurbarán, a las 20.00 horas.

Gil Soto no oculta su preferencia por la novela histórica, por sus «cualidades tremendas», entre las que destaca que permite que el lector aprenda. Pero al mismo tiempo reconoce que tiene límites que están marcados por la propia cronología del hecho histórico o del personaje. La trama que ha querido contar en Madera de savia azul no le encajaba en ningún periodo histórico y se lanzó a inventar un universo imaginado pero posible, con protagonistas reales «en un reino que podría haber existido perfectamente en la Edad Media». Con tintes necesariamente históricos, tampoco se identifica con el medievo europeo, ya que es una sociedad politeísta y carece de un lugar de referencia.

En su opinión, su novela es «peculiar» y diferente. Se la planteó como «reto» y confía en su buena acogida, para lo que cuenta con la apuesta contrastada de Ediciones B. Ahora espera que los lectores respondan. «No creo en el altruismo de los escritores que dicen que escriben para sí mismos, yo escribo para los lectores, pienso en ellos cuando escribo, porque sin lectores no hay literatura», defiende.

La novela comienza con una catástrofe. Un terremoto destruye Waliria, la capital de Ariok. Erik, con 4 años, ha perdido a su madre. Su padre, el carpintero Bertrand de Lis, iniciará un viaje hacia un reino legendario.

Gil Soto tenía clarísimo que uno de sus protagonistas sería un carpintero porque «me encanta la madera, por la que siento veneración, no solo por el material, su textura y sus olores, también por su capacidad artística y su simbolismo y me gustan mucho los árboles y la fuerza brutal de los bosques». La rigurosidad que ha demostrado en sus anteriores novelas también la ha aplicado en la última. Tal es así que se ha estudiado un manual del siglo XVII sobre construcción en madera. Se ha tenido que documentar sobre los distintos tipos y las herramientas más adecuadas. «Si quieres que la historia sea creíble y que el lector se introduzca en ella, tienes que intentar ser riguroso», afirma. Además pretendía que la novela fuese una reivindicación de la literatura de entretenimiento, que conquiste a lectores muy diversos y de distintas generaciones; que sean 640 páginas «de divertimento». Por último, quería hacer hincapié en la influencia que ejercen los secretos. Por eso, el argumento incluye un gran secreto que marca el destino de cada uno de los personajes.

La publicación de esta novela de ficción no supone una nueva etapa en su trayectoria como escritor, en la que no quiere dejar de lado la novela histórica. De hecho ya tiene documentadas dos más. Las aparcó porque desde hace tiempo quería escribir Madera de savia azul. Tenía el germen y lo alimentó definitivamente con un episodio casual, al ser testigo de la angustia de unos padres cuando su hijo se perdió en mitad de un tumulto. Salpicada de sorpresas, el autor ha cuidado especialmente el principio para enganchar al lector y, sobre todo, el final. «Quería que fuese emocionante, que estuviese a la altura de la grandeza de los personajes, que son héroes anónimos, de esos que hacen más por las naciones que sus gobernantes». Cree haberlo conseguido.