Y ocurrió. Lo que todo el mundo sabía que acabaría ocurriendo, lo que podía y no debía suceder, lo que se pensó que antes o después ocurriría; lo que había que evitar aunque todos intuían que sería muy difícil, sino imposible, lo que nunca debió permitirse, lo que --después de todo-- no era irremisible: pasó. El equipo de gobierno municipal en el Ayuntamiento de Badajoz plantea en su propuesta de nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) la recalificación de los terrenos de la antigua fábrica textil de la multinacional brasileña Hering. Con el rechazo de la oposición municipal --a la que no parece que vaya a hacer caso después de ocho años de rodillo; el que tanto criticó--, y del sindicato que llevó las movilizaciones para evitar el cierre de la fábrica dejando en la calle a 120 trabajadores, mujeres la gran mayoría, que dieron un magnífico ejemplo de dignidad y temple. Con el rechazo de la mayor parte de la sociedad badajocense, pero ahí va la recalificación si algo o alguien no lo impide: 17 hectáreas de uso industrial se convierten en un pastelito multimillonario del que se beneficiarán sus propietarios actuales, el grupo Moleón, pero también la Hering, que se llevará su parte de las plusvalías recalificadoras. Pero es posible que alguien más. Ya veremos. De momento, el que más corra.