Dicen los que saben que nada volverá a ser como antes de la crisis. Y ojalá tengan razón, porque los errores cometidos por los culpables de esta situación económica han producido daños irreparables.

Esta semana hemos vivido otra de esas situaciones que ya no tienen marcha atrás: la desaparición de Caja Badajoz como entidad financiera. Después de 120 años de imprescindible presencia en Extremadura, la veterana y querida caj ha pasado a ser una Fundación. Todo es nuevo en este nuevo panorama económico-financiero, pero parece claro que la Fundación Caja Badajoz continuará con la gran labor social y benéfica que la definió desde sus orígenes. En 1922, según explican en una desactualizada página web, apareció por primera vez en el Balance el concepto "donativos y limosnas". Desde entonces la Obra Social y Cultural de Caja Badajoz ha ido ampliando cada vez más su ámbito de actuación hasta extenderse a prácticamente todo los sectores de la sociedad extremeña.

Primero fue Monte de Piedad. Hasta no hace mucho algunos la seguían recordando por ese nombre. Era lo más parecido a un banco que había en muchos rincones de Extremadura. Yo recuerdo la que había en la plaza de mi pueblo. La cola de pensionistas en los primeros días de cada mes llegaba hasta cerca de la iglesia. Y las pólizas de empeño era un recurso financiero, que al igual que en estos momentos, aliviaban las delicadas economías de los extremeños.

Para otros los recuerdos que deja Caja Badajoz son más familiares y entrañables. Han trabajado durante muchos años en la entidad financiera. La consideran parte de su proyecto de vida. Les duele el tortuoso proceso que ha sufrido hasta su desaparición. Pero no hay marcha atrás. Probablemente las cosas se pudieron hacer mejor. Pero es evidente que la locura financiera a la que se ha visto abocado nuestro país obligó a que Caja Badajoz diera los pasos recorridos. El resto es ruido.