Luisa Monje tiene 76 años y pesa 50 kilos. Cansada y enferma reconoce entre lágrimas que se siente incapaz de seguir atendiendo a su hija Esperanza, de 34 años. A pesar de que cuenta con la ayuda de sus otros hijos y de sus vecinos de Suerte de Saavedra, donde reside, dice que "ya no puedo con ella".

Esperanza sufre parálisis cerebral, y aunque puede caminar empezó a perder la vista hasta que se quedó ciega. Desde que nació, su madre la ha atendido, pero afirma que "estoy ya muy cansada y mi niña pesa mucho y tiene mucha fuerza". Según relata, "padezco del corazón y de asma, el médico me ha mandado una pastilla para dormir, pero no me la puedo tomar porque mi hija se levanta por las noches y se cae, como no puedo con ella tengo que llamar a los vecinos para que me ayuden".

Su otra hija, que vive en San Roque, baña a Esperanza y les hace la comida. "Yo no puedo hacer de comer ni puedo sacarla de paseo", dice apesadumbrada. Luisa afirma que sufre, "de verla así se me ha quitado el apetito".

Según afirma, "me hace mucha falta que abran ese centro, espero una solución pronto". Esperanza tiene un grado de discapacidad por el que le han dado la máxima puntuación y está la primera para entrar en la residencia de Aspaceba.