Que este país va a la deriva es un hecho pero no tanto por la situación socioeconómica actual sino por el ADN que nos define y que históricamente ha sido el responsable de nuestras mayores catástrofes personales y colectivas. Somos un país de mediocres, de inadaptados, de ignorantes y de bravucones que solo entiende de broncas, fiestas y envidias. Huimos del esfuerzo, de la productividad, del sentido de comunidad, del aprecio a los valores y del progreso como costumbre y no como ideología. Nos pasamos la vida buscando culpables de nuestros fracasos y frustraciones. Ahora toca fijar la mirada en los políticos como responsables únicos de todos nuestros males presentes y futuros. Pero los políticos no son más que la representación de la sociedad. En el trabajo, en la familia, en los amigos, en cualquier profesión hay gente que se aprovecha de la debilidad de los otros, que usa cualquier resquicio o rendija para hacer trampa, para no pagar el iva, para no perder el paro, para no tener que darse de alta. Es un país corrompido moralmente desde que envidiable es uno de nuestros adjetivos preferidos y la envidia sana una expresión barata. Obviamente, igual que en la sociedad encontramos buena gente, capaz, honesta y comprometida, en la clase política, y no porque lo diga el anuncio de Aquarius, también hay ejemplos que merecen respeto.

No, precisamente, los que con su verbo ramplón y sus actitudes sectarias se empeñan en polemizar sobre lo que no saben, debatir cuando ya no hay debate y contaminarlo todo con conceptos de manual --ideología, solidaridad, sostenibilidad, comunidad, etc.-- que saliendo de sus bocas parecen vómitos de quienes no son capaces de digerir valores que están por encima del partido o las ideas y que tienen que ver con la decencia, la educación y la humanidad.

Cumpliéndose trece años del secuestro y asesinato del concejal en Ermua, Miguel Angel Blanco, el PSOE de Mérida ha afeado y criticado el homenaje que le ha dedicado el ayuntamiento de esa ciudad. No salía de mi asombro. Este tipo de cosas no admiten ni discusión ni reparos. Uno no es más machote ni más de izquierdas ni más no sé qué desplegando este tipo de vilezas ante el recuerdo de un muerto por demócrata. Hay que tener muy poca vergüenza para hacer estas declaraciones públicas que solo demuestran que perder el Norte nos lleva al fracaso y, a los políticos, también a la estupidez.