Seis años después de que se presentase el proyecto al ayuntamiento para convertir el emblemático edificio de las Tres Campanas en un hotel "con encanto", todos los trámites urbanísticos han concluido y solo falta la licencia de obra para iniciar los trabajos. Pese a que puede ser cuestión de semanas o meses, su promotor, David Guerrero, prefiere no aventurarse a dar una fecha concreta sobre cuándo entrarán los primeros operarios en el edifico, aunque confía en que sea cuanto antes. "Después de tanto tiempo, tampoco hay prisa", afirmó.

El empresario Francisco Guerrero adquirió en el 2007 a Caja Rural de Extremadura este edificio, que goza de la máxima protección urbanística. El hotel, con fachada a la plaza de la Soledad y la calle Duque San Germán, contará con 15 habitaciones, cafetería y restaurante, además de salones para bodas y celebraciones. Para poder acometer el proyecto hubo que aprobar una modificación estructural del Plan Especial del Casco Histórico, pues se han aumentado las plantas por Duque de San Germán y la edificabilidad, lo que requirió la autorización de la Junta.

Los promotores del hotel nunca han querido dar una cifra sobre la inversión de este proyecto, aunque David Guerrero reconoció que es "importante". No obstante, el presupuesto inicial ya no es el mismo, ya que, tras seis años, se han tenido que volver a ajustar a los precios actuales del mercado.

EMBLEMATICO El edificio de las Tres Campanas se asienta sobre un solar de 420 metros cuadrados y el inmueble cuenta con una superficie construida de 1.754 metros cuadrados, pues consta de cuatro plantas de altura (piso bajo, tres alturas y una terraza con balaustrada). La parcela es alargada con unos 10 metros de fachada y un fondo que varía de 42 a 45 metros. Se construyó como establecimiento comercial a finales del siglo XIX y sufrió un incendio en 1912, rehabilitándose cinco años después tal y como ha llegado a la actualidad. Sus creadores fueron el ingeniero militar Curro Franco y el maestro de obras Adel Pinna, un equipo que se atribuyó otros edificios de la época en Badajoz. El inmueble perteneció a la familia del político Luis Ramallo, que lo vendió a la entidad bancaria en el 2002.