Es eso que unos llaman resaca electoral. Y algunos, con los que me cruzo en la entrada del Café, lo comparan con la depresión post vacacional. Es inútil agachar la cabeza y abrir aun más las hojas del periódico. Nadie siquiera imagina que lo que leo con denuedo son las páginas culturales, la agenda de este día. Y mi sonrisa se confunde con los que creen haber ganado, confundiendo mis ganas de jazz, con una cierta satisfacción por los resultados. Sin intuir que las páginas y los titulares, y las negritas y las fotos no son para mí más que un escudo en el que pertrecharme. Una barrera para el miedo. Que intento dominar escapándome por la rendijita que la música, que se anuncia, abre en mi corazón. Y en pies que ya se mueven al ritmo del tarareo mental. Al final se impone doblarlo con cuidado, y casi de puntillas salir para no ser asaltado por condolencias, sorpresa, aflicción o satisfacción, segun le vaya la feria a cada uno. Ajustar el foulard al cuello, meter las manos en los bolsillos y caminar, hacia adelante. Al murmurar para mí, ¡Avanti!, Billy Wilder consigue hacerme reír. Y ya envalentonada, me atrevo con el ¡A toda vela!, y siento como Espronceda parece insuflar fuerza a la mañana. En la que muchos reflexionan quizá sin haberlo hecho antes. Otros, sin embargo, han vivido estas campañas, reincidentes y cansinas, como un aprendizaje mutuo. Vivaces debates entre padres e hijos sobre el voto y su efectividad, que para nosotros, que supimos de la imposibilidad de votar, se vive como algo irrenunciable, y para ellos, se convierte en un espaldarazo a un sistema en el que no creen, a políticos conducidos por el ego y sus propios intereses en lugar de los de la ciudadanía, a quienes persisten en el error, sordos. Es curioso recordar cómo antes eran los padres quienes intentaban imponer, o convencer al menos, a sus hijos, haciéndoles entrar en razón, «abriéndoles los ojos». Y cómo hoy, asistimos a sus reflexiones escuchándoles con respeto, contentos de saberles críticos, a la búsqueda de sus propias respuestas, realizando preguntas y más preguntas, como cuando yo llevaba a los míos al colegio y les tenía asignado un riguroso orden de intervención y porqués ordenados, previo ahora te toca a tí. Nada cae en saco roto. Todo deja su poso. Incluso para avivar el seso y despertar, como diría Manrique. En esta mañana fría de noviembre, sale el sol, tras las lluvias de la noche.