TUtnas y otros se miraban. Los viandantes, a las ovejas y las ovejas, a los viandantes. Unos y otras se miraban. Las ovejas, recorriendo la libertad de los espacios abiertos de la trashumancia, con un derecho de siglos que les permite atravesar Madrid, aunque éste no sea un espacio abierto. Y los madrileños, encerrados en el redil de su tragedia urbana, prisioneros de la hecatombe en que han convertido el alcalde y el PP a la capital de España, atados a la trampa de la deuda colosal en que están atrapados por culpa de la megalomanía de Alberto Ruiz-Faraón , cuyas corazonadas son de antología.

Las ovejas han servido siempre de metáfora de la entrega mansa a un destino inamovible. Por supuesto, el autor de la metáfora es el hombre, que ha inventado también conceptos como cordero, borrego y gregario, para referirse a quienes aceptan en grupo y sin chistar el mal dado por otros, lo cual es una soberana injusticia que se comete con la oveja. Nadie ha sabido nunca lo que piensan en realidad las ovejas ni lo que estarían dispuestas a hacer si dispusieran de medios para rebelarse. Y esta dialéctica de fondo ponía la música inaudible a las ovejas extremeñas atravesando la capital entre los pies de los madrileños, mientras unas y otros se reconocían mutuamente, con esa capacidad que tienen los seres vivos de parecerse entre sí.

La metáfora de quién está en el redil y quién no la escribe Jesús Garzón , con la ayuda de campesinos y pastores como Francisco Murillo , todos los años. Además del valor ecológico, cultural e histórico de tal actividad, la manifestación de las ovejas por Madrid es una clara demostración de lo verdaderamente genuino, ahora que otros pastores sacan de sus rediles ideológicos a sus propios rebaños para hacerse notar, con una frecuencia y una impostura insoportables. Me quedo con las ovejas de verdad, que cumplen su papel con la perfección de la que sólo son capaces los animales que llamamos irracionales. Para los racionales, ya quedan los pastores del pasado y del antiprogreso, capaces de dirigir a su grey hacia la única utopía fallida: la que ellos mismos hicieron inalcanzable por el abismo existente entre lo que dicen y lo que hacen.

Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee (sic).