El oxímoron es una figura retórica donde se combinan, en una misma estructura sintáctica, dos palabras o expresiones de significado opuesto, originando un nuevo sentido. Puede parecer complejo, pero la España de hoy es así. De la contradicción y los contrarios, nace un nuevo país. Obsérvese que no digo España, en disolución. Un país donde el sí es no y el no es sí según quién, según dónde y según por qué. Un país donde se hizo una moción de censura por un motivo que, multiplicado en otro patio, hace meses que se escondió tras tupidas y estúpidas cortinas de humo. Un país que se cachondeó de Rajoy y el plasma y ahora contamos con un presidente mudo o contradicho y un vicepresidente que pide cárcel para algunos periodistas. Un país donde se pone en la calle a golpistas tratados en las cárceles a cuerpo de rey y pide una treintena de años de cárcel por problemas fiscales a un par de actores, un país donde el piropo va a ser delito, pero los homenajes a terroristas siguen siendo una exaltación de la amistad. Un país donde algunos vivían hace nada en tiendas de campaña en la puerta del sol y ahora disponen de miles de euros de sueldo, casas de ensueño y pensiones vitalicias. La revolución y la regeneración era esto: recorte de libertades, silenciar al adversario y ocupar el poder y las arcas públicas para erigir una nueva clase dominante que ha llegado para salvarnos de nosotros mismos. La doctrina de la contradicción evolucionando al disparate. Un oxímoron maravilloso y permanente. La noche de los muertos vivientes, el ingenioso estúpido, la docta ignorancia, la calma tensa, el valiente cobarde, el sabroso veneno, la dulce amargura, el hielo abrasador de Quevedo, los placeres espantosos y las dulzuras horrendas de Baudelaire, los llenos de vacíos de Monterroso, la gentil descortesía de Góngora, las mentiras verdaderas, los ángeles del infierno, altibajos, claroscuros, subeibajas, vaivenes y una sociedad que frente al despropósito, el desencanto, la mentira y el cinismo, solo es capaz de ofrecer un silencio atronador. Aventuró Lope de Vega el oxímoron actual: «Sosiega un poco, airado temeroso,/ humilde vencedor, niño gigante,/ cobarde matador, firme inconstante,/traidor leal, rendido victorioso./ Déjame en paz, pacífico furioso, /villano hidalgo, tímido arrogante,/ cuerdo loco, filósofo ignorante,/ ciego lince, seguro cauteloso…».